HAY días en los que ser delantero es lo más parecido a sentirse como un tuareg desorientado, sin agua y sin alimento en el desierto, sin esperanza de toparse con un halo de esperanza, con una oportunidad de cambiar un guion que se antoja funesto. Hay días en los que formar parte de la vanguardia de un equipo de fútbol es lo más similar a ser ese faro cuya razón de ser es guiar pero que no encuentra a nadie a la vista. Asier Villalibre fue un hijo de la desesperación.
El Barcelona fabricó un escenario de sufrimiento para el Athletic. Desde bien temprano consiguió empujar a la tropa de Marcelino García Toral contra las trincheras. El partido se transformó en un ejercicio de supervivencia para los leones, atorados en su área, a las puertas de la línea de gol, encajonados, contra las cuerdas resistiendo los embates de un conjunto culé que acosó desde la presión alta, con un bloque que detenía cada intento bilbaino de salida de balón. Zarraga, Vencedor, Vesga, Nico Serrano..., supuestos creadores de juego, apenas conectaban con la pelota. Delante, Raúl García y Villalibre maniobraban desolados, maniatados por al menos dos defensores rivales en cada acción. Eran faros, aislados, apagados, sin luces para atraer miradas y balones. Lekue, Vivian, Yeray y Balenziaga se empeñaban en destruir, sin opciones de salidas limpias, de pasar la pelota creando situaciones ventajosas para sus compañeros. Un panorama negro para el Athletic.
Las mejores imágenes del Barcelona - Athletic. Fotos: EFE
Villalibre Asistía a su segunda titularidad esta temporada, en la que se ha visto lastrado por lesiones y recaídas.el partido de Copa del miércoles le abrió las puertas de un once plagado de actores secundarios.Su espíritu combativo, peleón, le permitió ser el jugador de ataque con más presencia en el plantel rojiblanco. No obstante, su participación apenas estuvo asociada a acciones ofensivas. El Búfalo se desgañitó, como es habitual en él, codeando con Piqué y Araujo por la posición, pero centrado en líneas generales en cazar balones llovidos del cielo, en controlar de espaldas a la portería para dar oxígeno al equipo. Pero tan desasistido se encontraba que apenas pudo tocar la pelota de cara hacia sus colegas de vestuario. Apenas tuvo la oportunidad de controlar un esférico mirando hacia Ter Stegen. Y la jugada que tuvo fue señalizada como fuera de juego. Era Villalibre contra el mundo.
El Athletic sucumbió una y otra vez ante la presión alta del Barcelona, especialmente durante la primera parte. No había centímetros ni tiempo que dieran concesión a los pies y la mente. Tocaba maniobra defensiva, repliegue y colaboración.
También Villalibre se sumó a la faena del día, propiciada por un Barça que vive con vientos favorables. El ariete gernikarra achicó balones en ataques catalanes desde el balón parado, despejó de cabeza sumándose al trabajo colectivo focalizado en impermeabilizar la meta de Unai Simón.
En el contexto atacante, cabe destacar una maniobra de Villalibre en la que se giró para generar ventaja. Gran gesto. Ante sí vio a un compañero y la posibilidad de asistirle para dejarle ante el portero culé, pero su envío fue impreciso. Lekue, Zarraga, Balenziaga y Serrano, cada uno por su costado, fueron incapaces de centrar un solo balón con opciones de remate.
Marcelino decidirá cuántas oportunidades más tendrá Villalibre. Pero desde luego, el día de ayer no fue el mejor para juzgar a un delantero cuya misión principal es perforar porterías y que no dispuso de una sola oportunidad de hacerlo, básicamente porque su equipo fue incapaz de administrarle balones favorables. En cuanto a lo demás, como es habitual en él, El Búfalo se esforzó en pos del colectivo, como lo requería el partido y la obligada labor de contención a la que fue sometido el Athletic. Fue sustituido por Iñaki Williams en el minuto 77, quizá para que este último siga engordando su récord de partidos.
Villalibre fue el jugador de ataque con mayor participación, pero, desasistido, no gozó de una sola situación ventajosa
Su función se centró, al igual que sus compañeros, en sumarse a la obligada labor de contención a la que fue sometido el Athletic