Pese a que el tópico adjudique a los derbis una cuota de imprevisibilidad superior al resto de los partidos, la visita del Alavés a Bilbao llega condicionada por las trayectorias recientes de ambos equipos. Puede que sea un duelo más abierto que lo que indica la clasificación o lo mostrado por unos y otros desde agosto, pero si lógicamente se presenta cargado de urgencias para el Alavés, con solo tres puntos en su casillero a estas alturas, tampoco el Athletic es ajeno a la sensación de necesidad imperiosa por culpa de los últimos resultados que ha obtenido.
Dos empates es el exiguo premio recogido por los rojiblancos de sus cruces con Atlético de Madrid, Rayo y Valencia. Un saldo que sabe a poco y mal además por la forma en que se esfumaron tres puntos en el tiempo añadido, sobre todo los dos perdidos en Mestalla ante un conjunto disminuido. En este contexto, la identidad del siguiente adversario posee una importancia relativa, puesto que un nuevo tropiezo y en casa sería de difícil digestión. En principio podía pensarse que recibir al colista brinda una gran oportunidad para invertir la tendencia, pero el Alavés salió de su letargo en la jornada anterior al anotarse una victoria épica a costa del campeón, lo cual altera la percepción que se tenía del grupo que dirige Javier Calleja.
Está por ver el efecto que ese inesperado desenlace produce en un Alavés negado de cara al gol y demasiado frágil en la contención, siendo esto segundo lo más llamativo de su deficiente rendimiento. El otro día en Mendizorrotza sí supo mantener a raya a un enemigo poderoso para rentabilizar el gol de estrategia que logró en el inicio. Se parapetó en bloque cerca de Pacheco y aguantó el tipo. Un plan que tal cual podría intentar repetir en San Mamés. El método del cerrojazo a ultranza entraña su riesgo y tampoco se trata de tentar en exceso la suerte, pero el Alavés sabe de las dificultades del Athletic para atacar, más frente a estructuras cerradas, sabe que le cuesta cargar con la iniciativa y que concentra su dinamita en el balón parado.
Bueno, Marcelino está advertido de lo que puede proponer el Alavés, de ahí que ayer reclamase no solo el aliento del público sino, encarecidamente, acierto a sus hombres. Paciencia, precisión y acierto. Tres virtudes que de plasmarse, sin duda servirían para establecer la diferencia y regresar a la senda del triunfo. Solo así, ganando, el Athletic espantaría los fantasmas que suelen rondar en las dinámicas negativas, que esta vez se haría eterna por el arbitrario aplazamiento de la siguiente jornada. Tres semanas sin competición son un castigo, pero con trece puntos en el saco seguro que la abstinencia resulta más llevadera.
Para la ocasión se prevé que Marcelino confíe en los mismos que alineó en Mestalla. Se limitó a confirmar que la zaga permanecerá intacta. Balenziaga ha superado sus molestias y acompañará a Lekue, Vivian e Iñigo Martínez por delante de Simón. Optó por omitir sus intenciones para la composición del resto de las líneas, si bien ese silencio no cabe ser interpretado como táctico. Es decir, que extrañaría que de repente al técnico le dé por sacar del once a Vencedor, Dani García, Berenguer, Muniain, Raúl García e Iñaki Williams. Sencillamente, cree a pies juntillas que los mencionados son la elección ideal.
Cierto es que la lista de convocados registra un par de novedades, pero se antoja precipitado recurrir a gente que arrastra una larga desconexión. Yeray Álvarez y Oihan Sancet están de vuelta, pero el primero no actúa desde agosto y el segundo, que en condiciones normales aspiraría a la titularidad, acumula un mes en el dique seco. Causa baja Nuñez, con un tobillo lastimado desde el día del Rayo.