San Mamés esperaba con ganas a un Remiro que le detuvo un penalti a Muniain, pero que acabó sucumbiendo a la pegada del Athletic
Imanol Alguacil, con muy buen criterio, decidió, hace dos temporadas, apostar de inicio por Miguel Ángel Moyá para jugar en San Mamés, quitándole así toda la presión a Alex Remiro, fichado ese verano por la Real procedente de Lezama. El de Cascante se mantuvo firme en su intención de no renovar por la entidad de Ibaigane pese a la presión recibida y embarcarse en una nueva aventura en su carrera deportiva que le trajo a Donostia. El año pasado, Remiro sí jugó de inicio pero lo hizo en un campo vacío por culpa de la pandemia.
Más de dos años después, el navarro, asentado por completo en la portería blanquiazul, se puso por primera vez bajo palos en un San Mamés repleto, que, como no podía ser de otra manera, le recibió de uñas y dientes. Cada balón que tocaba, música de viento. También se acordaban de él cuando la pelota estaba a varios metros de distancia. Qué malo eres, Remiro qué malo eres, le cantaba la entregada grada de San Mamés. El portero blanquiazul, pese a todo, ni se inmutaba. Solo se dedicó a hacer su trabajo. Y vaya que si lo hizo con una parada que provocó que la caliente afición rojiblanca tuviera que tragarse sus palabras. Eso sí, la actuación no fue del todo satisfactoria. De hecho, distó mucho de serlo por los cuatro goles que encajó en la segunda parte y que hicieron que la Real se fuera de vacío de San Mamés.
Se había cumplido la media hora del partido y Munuera Martínez, a instancias de Mateu Lahoz, su ayudante en el VAR, señaló el punto de penalti por unas manos de David Silva a disparo de Iñaki Williams. El trencilla tuvo que acudir al monitor para ver la jugada y no dudó. Pena máxima en contra de la Real. La enfervorizada hinchada local se las prometía muy felices, pero no contaba con la aparición del cancerbero de Cascante, que adivinó la intención de Iker Muniain. El capitán rojiblanco lanzó abajo, buscando el palo derecho de la portería defendida por Remiro, pero este se estiró a la perfección. El lanzamiento, es cierto que no salió todo lo esquinado que el futbolista del Athletic hubiera deseado, pero Remiro lo desvió a córner. Todos los compañeros acudieron raudos y veloces a felicitar a su compañero, que pudo quitarse una espina y llevarse una de las alegrías de la noche.
No hubo que esperar mucho para verle de nuevo en acción en una jugada en la que impidió el gol de Yuri Berchiche. Iñaki Williams asistió al zarauztarra, que subió como una flecha por su banda izquierda y cuando eran muchos los que pensaban que iba a centrar, Yuri enganchó un zurriagazo de los suyos que no pilló desprevenido al guardameta txuri-urdin, que envió el balón a córner. Ni los cánticos en contra ni la presión que siempre supone volver al campo del que ha sido el equipo en el que te has formado. La respuesta de Remiro fue digna de mención. No perdió la concentración en ningún momento pese a la música de viento que escuchó durante toda la batalla.
No se puso nervioso ni bajo palos ni con el balón en los pies. De hecho, hubo acciones en las que, esperando que los jugadores del Athletic se decidiesen a presionar, esperó el tiempo que entendía necesario, lo que llegó a soliviantar a la parroquia local. Los pitos iban en aumento, pero ni un gesto de preocupación por parte del guardameta, que, con toda seguridad, tenía en el calendario anotada en rojo la fecha de su regreso a San Mamés, donde, tal y como se comprobó, le tenían muchas ganas. Al otro lado de la AP-8 no están acostumbrados a ver jugadores que rechazan la posibilidad de seguir defendiendo la zamarra del Athletic para cruzar la autopista y enfundarse la blanquiazul.
En la segunda mitad, Remiro siguió a lo suyo, desbaratando cualquier opción de peligro del Athletic. Así sucedió en un remate a la media vuelta de Iñaki Williams dentro del área. El navarro atrapó el balón sin problemas. Más tarde se lanzó a los pies de Berenguer, que llegaba loco por la música tras un centro de Williams. Pero no todo iba a ser bonito en su vuelta a San Mamés. Todo lo contrario. La felicidad comenzó a evaporarse en el minuto 68 con el gol de Vivian. Remiro se estiró, pero no llegó al cabezazo del central. Luego llegaron los tantos de Sancet, Iñaki Williams e Iker Muniain. Y volvieron los cánticos en su contra: Y Remiro qué, y Remiro qué o el tan manido Qué malo eres, Remiro qué malo eres.
Decepcionado y un tanto cabizbajo, como el resto de compañeros, abandonó el terreno de juego Remiro tras un partido que comenzó de la mejor de las maneras, con un penalti parado, y terminó como el rosario de la aurora.