La naturaleza esconde verdaderas reliquias en los rincones menos esperados y sorprendentes de la Tierra. Playas que se iluminan de noche, chorros de agua y gas que salen disparados del suelo o espectáculos de luces en el cielo son algunos de los espectaculares eventos que se originan de forma natural en distintas partes del mundo.
Esta vez nos desplazamos hasta un pequeño pueblo del sur de Rumanía llamado Costeti (o Costeşti). En él, se puede contemplar unos de los fenómenos geológicos más intrigantes del mundo: las Trovants, cuya traducción del rumano significa literalmente “piedras que crecen”. Estas son un tipo extraordinario de piedras que crecen, se mueven y hasta parece que respiran.
Curiosamente, su forma no dista de las piedras normales y corrientes que podemos ver en nuestro día a día. Sin embargo, lo peculiar de estas formaciones rocosas es que, según expertos y habitantes de la zona, tras fuertes lluvias su forma se modifica de manera leve creando protuberancias que las hacen “crecer”.
Según se ha estudiado, esto sucede tras una reacción química entre las capas de depósitos internos de arenisca y los carbonatos minerales, en especial el carbonato de calcio, que llegan a través del agua que trae la lluvia. El choque de los productos químicos que tiene la roca con los minerales de la lluvia ejerce una presión interna que produce el aumento de volumen de las Trovants.
¿Cómo crecen las Trovants?
Este tipo de formación rocosa es única en el planeta. Según diversos minerólogos que han estudiado las Trovants, estas rocas tienen, aproximadamente, unos 6 millones de años de vida. Al principio se trataba de pequeños guijarros que con el paso del tiempo se han convertido en estructuras que pueden llegar a alcanzar los 10 metros de altura. Sin embargo, este proceso no es rápido, al contrario, se cree que tardan 1000 años en crecer solamente entre 4 y 5 centrímetros. Por lo general, tienen formas esféricas, cilíndricas o nodulares y sus superficies suelen ser lisas y con bordes.
Muchos científicos las han estudiado para descubrir cómo es posible que crezcan. Al abrirlas transversalmente se descubrió que tenían una estructura similar a la de los anillos que forman los troncos de los árboles, lo que sirvió para calcular de forma estimada la edad de algunas de ellas.
Las Trovants están compuestas por un núcleo de roca dura y, el resto está formado por arenisca compactada, formando una especie de caparazón en torno al núcleo. Tras analizar la zona, los minerólogos descubrieron que entre dicha arenisca y la arena presente en estas zonas no había diferencia alguna, por lo que llegaron a la conclusión de que dicha región formaba parte de una gran cuenca sedimentaria, y las arenas se compactaron a partir de diversos choques tectónicos, dando lugar a la formación de las trovants.
Estas acumulaciones de arena y el carbonato de calcio hace que, cuando llueve sobre ellas, presionen las capas exteriores y se vayan creando protuberancias que las hacen “crecer”.
También se mueven y respiran
Otra curiosidad de este tipo de piedras es que también se mueven y parece que respiran. Según los estudios sobre ellas, cuentan con “movimiento” y es que se trasladan un promedio de 2,5 milímetros cada dos semanas. Esto se pudo comprobar a partir de las huellas que dejaron en su camino a través de los siglos y se debe a que, al crecer de manera despareja, se van moviendo por la fuerza gravitatoria.
Y, por si no fuera poco, también se ha descubierto que estas piedras tienen pulso. Entre cada “respiración” pasan tres semanas y solo se puede detectar con equipos de alta sensibilidad.
Gran atracción turística
Las Trovants han sido declaradas Monumento de la Humanidad por la Unesco y están protegidas por el Museo Trovant. Varios ejemplos de las mismas se pueden observar en la cantera de arena cercana al pueblo convirtiéndose en una importante atracción turística del condado de Valcea.
Un gran fenómeno poco conocido, en un lugar recóndito, pero de incalculable valor.