A nivel político e institucional, la pandemia ha provocado un desgaste sufrido por las instituciones y gobiernos a los que ha tocado durante dos años capear el temporal de una pandemia totalmente desconocida y que a duras penas se podía afrontar, especialmente durante los primeros meses en los que no había vacuna, medicamento o equipamientos disponibles para combatir el virus. Esto ha pasado factura a numerosos ejecutivos que han sido blanco de las críticas de buena parte de la ciudadanía.
La catedrática de Sociología María Silvestre argumenta que la pandemia ha reforzado el sentimiento de "desapego general hacia la clase política y, sobre todo, hacia los partidos políticos". En cualquier caso, destaca que el grado de obediencia a las normas y el "seguimiento mayoritario" de las restricciones hacen pensar que, "a pesar del desapego y la fuerte crítica a la clase política, pervive una legitimidad de las instituciones".
Por su parte, Jonatan García recuerda que el descrédito hacia las instituciones por parte de la población ya se daba antes de la irrupción del coronavirus. "La factura venía pasando desde hacía ya tiempo, ya estaba el descrédito de la clase política. Vemos cualquier tipo de estudio sociológico y siempre aparecen en los sitios más bajos de valoración las instituciones políticas y la clase política. Esa ruptura entre la ciudadanía y la clase política era lo que habíamos denominado desafección", relata.
En el caso del covid y su influencia en los niveles de confianza hacia las instituciones, el profesor de Sociología de la UPV/EHU señala una contradición. Y es que, aunque quienes han gestionado la crisis han sufrido en muchas ocasiones el descrédito público o desgaste, en las elecciones autonómicas que se han celebrado en el Estado "el partido que estaba gobernando es aquel partido que ha ganado" los comicios. "Lo mismo si miramos fuera de nuestras fronteras. En el caso de Portugal, el Partido Socialista ha salido reforzado con una mayoría absoluta", añade García.