En Euskadi hay un suicidio cada dos días y 184 personas se suicidaron en 2020. En el Estado, el año pasado 4 mil personas murieron por este motivo. Cifras alarmantes que han devuelto al primer plano un tema a menudo tabú del que habitualmente no se habla o se evita hablar pero que tiene una estadística demoledora y socialmente inaceptable.
Datos en constante crecimiento
"Los datos vienen siendo preocupantes desde hace tiempo. La curva desde los años 80 no hace más que crecer", subraya la presidenta de AIDATU y profesora de sociología de la UPV Cristina Blanco. Reconoce que las circunstancias de la pandemia han podido visibilizar más esta realidad pero cree que hay "cierto alarmismo" en los datos de 2020. "Es un problema importante con o sin pandemia", afirma y ha crecido el año pasado pero no más que en otras épocas, matiza. Alerta del riesgo de pensar que cuando acabe la pandemia, se va a acabar el problema cuando hay un suicidio cada dos días. "¿Vamos a naturalizar eso?", se pregunta.
Lo mismo opina el psicólogo Luis de la Herran que cree que el aumento de 2020 se explica en los factores de estrés, depresión y tristeza que han acompañado a la pandemia. Pero sería, avisa, "simplicar la historia" y añade, la conducta de alguien que piensa en suicidio es "multicomponente" porque la mayoría de las personas que pasan por situaciones de estrés y depresión, no se suicidan.
Ambos coinciden en la importancia de la prevención porque, remarcan, el suicidio es "prevenible". Cristina Blanco subraya que al margen de la intervención de profesionales de salud mental, hay otros agentes como "el ámbito euducativo, los medios de comunicación, el ámbito comunitario" y es importante "no ocultarlo". "Se puede mitigar el dolor que genera", subraya y en este punto considera que las instituciones "no están a la altura".
¿Qué hacer si alguien cercano está en una situación complicada?
La socióloga de la UPV cree que lo primero que deberíamos hacer es ir donde un profesional pero ahí empiezan los problemas. "Hay que ir primero al médico de atención primaria y que nos de consulta en psiaquiatría y ahí tenemos dificultades porque están saturados", lamenta.
Por su parte Luis de la Herrán subraya la importancia de "hablar con esa persona, naturalizarlo, retirar elementos que le puedan hacer daño, escuchar, no criticar" porque la convivencia con personas que tienen depresión, estrés o ansiedad es dura. "Hay momentos en que podemos perder los papeles", subraya y es "lo último que necesita alguien que quiere acabar con todo. Tenemos que cuidar al entorno", resume.
Así lo ve también Cristina que tuvo un familiar que murió por suicidio. "No hay una sola causa. Es un fenómeno complejo que a veces da señales de alarma y deberíamos ser capaces de reconocerlas y y decir también a la gente que no siempre se puede evitar", remarca.
Coinciden en que en cualquier caso faltan más profesionales en la red pública para atender los problemas de salud mental porque estamos muy lejos de la media de Europa.
Aumento de suicidio en jóvenes.
Tanto Luis de la Herrán como Cristina Blanco han sido tajantes. Las estadísticas no son reales, Esto no quiere decir que no exista el suicidio entre jóvenes ni mucho menos. Con la pandemia, señala Luis, se han podido dar más casos principalmente de intentos por los efectos colaterales de la pandemia pero en su opinión, la sociedad debe ser capaz de gestionarlo. "Hay centros educativos que están ya con esto y hay que seguir intentando", subraya.
En este sentido, Cristina Blanco subraya que no hay que focalizar el problema en la población joven. "No son ellos los que presentan mayor volumen de muerte. Las tasas son bajas. El volumen que crece es el de edades intermedias. Y la más vergonzosa es la de mayores de 80 años", enfatiza.