Son las diez de la mañana, hace un frío que pela y el cielo amenaza lluvia. Junto a la taberna Urko, una decena de valientes moteros, arropados por amigos y familiares, se disponen a cubrir los seiscientos y pico kilómetros que separan Gasteiz de Santiago de Compostela, y vuelta para casa, en vetustos y diminutos ciclomotores de 49 centímetros cúbicos.
Son miembros del Gasteizko Classic Club, que por tercera vez organiza esta peregrinación con aroma a gasolina, aceite y aventura. The Moped Route 2022 ha salido en la mañana de este sábado de Vitoria para pernoctar en Torrelavega. Sigue el domingo hacia Gijón, se hace noche allí y luego los moteros tiran hasta Santiago, para regresar por el Camino del interior.
En sus vespinos, derbis y suzukis, cargadas con latas de gasolina, recambios, trajes de agua y herramientas, padecerán frío, se mojarán, tendrán averías, por la noche compartirán todo lo vivido, y a su regreso a Vitoria se llevarán a casa una vivencia inolvidable.
"La aventura de su vida"
"Ha habido de todo, ha habido gente muy bregada en moto que las ha pasado canutas, gente llorando, gente que se ha cabreado con otros, y al final llegan como si hubieran vivido la aventura de su vida. La gente que lo ha hecho lo cuenta como si hubiera hecho la mili, es algo que se te queda. De hecho, siempre hay repetidores, y gente que viene de fuera, la última vez uno de Madrid, hoy uno de Pamplona y otro de San Sebastián". Lo cuenta Sergio Hierro, miembro del club, nervioso ante el inminente inicio de una nueva edición de esta aventura, aparcada durante dos años, tras las rutas de 2019 y 2019, por culpa del coronavirus.
No solo se trata de andar en moto, buena parte del viaje consiste en hacer frente a lo que venga. "Es un lío, son cosas difíciles de hacer y nunca están exentas de imprevistos. Según van viniendo las cosas las vas solucionando, pero tenemos experiencia, organizamos diferentes actividades de coches, de motos pequeñas y grandes", apunta Sergio. La experiencia de las ediciones anteriores avisa de que por el camino pueden tener que hacer frente a la lluvia e incluso a la nieve, "en unos chismes" cuya velocidad de crucero es de cuarenta kilómetros por hora, con "mecánicas antiguas y frágiles".
Eso sí, todas las motos van conectadas mediante una aplicación a la furgoneta de apoyo, cargada con las maletas de los participantes, comida, agua o jabón. "Sirve también para que, si alguien se queda tirado, se le pueda acercar a un pueblo o a un taller", explica Sergio.
Fuera de la autovía
Los ciclomotores de 49 centímetros cúbicos no pueden circular por autovía, "lo que hace que sea todo mucho más interesante. Vamos por carreteras comarcales, por sitios que nunca descubrirías yendo en coche a Galicia", señala el motero vitoriano, que además recuerda que con solo cambiar los lugares de pernocta y los puntos de control se puede hacer en cada edición un viaje completamente diferente a Santiago.
Al final de la aventura, llegará el reparto de trofeos entre quienes hayan cumplido todas las etapas, todas las pernoctas y todos los puntos de control. El más importante es el que se entrega al mejor compañero de viaje, que "se elige entre el resto de compañeros, votando el último día en el último punto de control, por lo cual tiene un valor añadido", explica Sergio ante de arrancar a pedales el motor de su moto y dar así el pistoletazo de salida a la expedición.