El que fue entrenador del Ampo Ordizia se siente orgulloso al recordar la gesta del equipo, y destaca la pasión que despertó el club en aquella época: "Todo el mundo se contagió"
donostia – Hace diez años que el Ordizia ganó su primera Copa...
–En el día a día no te viene a la cabeza, pero cuando alguien te lo comenta te hace ilusión y recuerdas lo bonito que fue todo aquello. Son tantos sentimientos, tan grandes y tan bonitos, que siempre están ahí.
¿Cómo recuerda aquella final?
–Sé que fue un partido competido y que no empezamos muy bien, pero el deporte es así: Hasta que no acaba hay que seguir trabajando. Si algo tenía el Ordizia de aquellos años es carácter, y la ilusión y el apoyo que teníamos era tan grande que nos lo creímos. En el descanso hubo tensión, el partido no iba bien, pero todo el mundo estaba dispuesto a darlo todo hasta el final. Fruto del trabajo, del coraje y de la pasión se dio la vuelta al resultado, con todo lo que supuso luego para el club, para el pueblo y para todo el mundo. Fue algo grande. Echas la vista varios años atrás y veníamos de no ser nada ni en el pueblo.
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Miles de personas fueron a apoyar al equipo desde Goierri...
–Era algo impensable para nosotros y para lo que era el rugby en esa época, e incluso ahora mismo. Mover tanta gente de un pueblo y de su entorno parece increíble. Todo el mundo se ilusionó, Palencia no estaba tan lejos... El equipo era muy cercano al pueblo, era muy popular, teníamos mucho apoyo, mucho seguimiento. Creo que todo el mundo se contagió. Es algo que venía de las últimos años en Trevijano. El equipo conectaba. Igual Ordizia no estaba acostumbrada a un deporte de alto nivel. La gente se acercó al rugby y le gustó por la pasión que ponían los jugadores, y por el carácter del equipo. No fue algo pasajero, era algo trabajado. Es algo de lo que nos podemos sentir orgullosos.
¿Fue aquel el mejor equipo del Ordizia?
–De los que yo he entrenado, sí. La temporada anterior habíamos quedado segundos en la liga, y eso marcó que podíamos pelear por algo importante. Pero, como nunca había pasado, parecía algo inalcanzable. El equipo tenía un juego maduro, gente de casa con experiencia, jugadores con carácter como el capitán Joanes Aierbe, y otros que daban nivel al equipo. Luego, hay que acertar con muchas cosas, y esa temporada y la siguiente lo hicimos.
Y es que en 2013 volvieron a ganar la Copa.
–Eso es. Cuando lo has hecho una vez, te crees que lo puedes lograr, y creer es muy importante en el deporte.
¿La final de 2012 fue el partido más importante de su carrera?
–Hubo otros muy importantes, como los ascensos a División de Honor B y a División de Honor A. Pocos años antes de ganar la Copa estuvimos a punto de perder la categoría. Fuimos a Sevilla en el último partido, necesitábamos ganar y ganamos. Nunca habíamos ganado tan lejos de casa y se consiguió. Todos los que estuvimos allí lo disfrutamos como la Copa, pero está claro que la Copa fue algo más. Lo disfrutó todo el pueblo, y todo el mundo se acuerda de eso.
Tras ganar la segunda Copa dio un paso atrás en el club.
–Decidí dejar un poco el rugby. Mi idea era seguir cerca del equipo y ayudar. Reconozco que posiblemente no estaba preparado para dejarlo tan de repente. Fue difícil, e hizo que me alejara del equipo. Pero no guardo rencor a nadie. Después estuve en La Única y allí fui feliz durante tres temporadas, porque volví al origen de lo que había vivido en Ordizia, a otro nivel. Pero dejé Ordizia tras casi 20 años de entrenador y sabía que mi límite estaba muy cerca, porque el tiempo pasa y hacer 100 kilómetros de ida y vuelta después del trabajo durante tres años es complicado.
¿Sigue al Ordizia en la actualidad?
–Muy ligeramente, la verdad. Prácticamente no he vuelto a Altamira, y no me veo viendo un partido en un móvil. Me gusta saber el resultado y qué ha pasado, sobre todo porque tengo sobrinos en el equipo –Alain Araña y Erlantz Garmendia–, y por ellos me he sentido ahora más cercano.