Probablemente, a Xabier Mikel Azparren le faltó el chasquido de fuerzas necesario para agarrarse a Louis Vervaeke cuando el belga se encrespó en un repecho que desenfocó al donostiarra. Ambos colaboraron intensamente para atrapar la fuga primigenia, de cinco dorsales, que encendió la segunda etapa del Tour de Omán, diseñada para los velocistas.
Vervaeke, inesperadamente, rompió las expectativas y celebró su primera victoria en el profesionalismo atravesada la frontera de los 30 años. De oficio gregario, alejado de la ruleta en la que se reparten los triunfos, Vervaeke encontró en Azparren un enorme aliado para romper el precinto de las victorias. Ambos fueron capaces de dar caza a la escapada inicial y después lanzar un pulso formidable al pelotón, que se frotaba los ojos ante la solidaridad y el empeño de ambos.
Cuando restaban apenas una decena de kilómetros para el final, Vervaeke elevó las pulsaciones de Azparren, que tuvo que ceder con la fatiga a cuestas tras 125 kilómetros de escapada acumulada a modo de sedimento en las piernas. El belga perseveró en la búsqueda de su día de gloria y alcanzó en solitario la meta mientras el pelotón trataba en vano de acabar con su sueño. Erró el cálculo. Nunca antes el belga había festejado una victoria en el profesionalismo. Nada como la primera vez
En la polémica y accidentada Estrella de Bessèges, la victoria final fue para Kévin Vauquelin, que cerró su círculo virtuoso venciendo también la crono individual que cerraba la carrera. El francés pudo con Cavagna y Teuns en una recorrido de 10,6 kilómetros. Vauquelin se llevó el botín de dos etapas, la general y el maillot de la regularidad de una prueba que se recordará por el abandono de numerosos equipos debido a la irrupción de dos coches, por fallos de seguridad, en el sentido contrario de la marcha del pelotón en dos etapas consecutivas.