La nave industrial de 1.200 metros cuadrados de la sede de Oiartzun ofrece una imagen que nada tiene que ver con la que se registrará a finales de mes. Las baldas vacías en el principal almacén del Banco de Alimentos de Gipuzkoa imprimen estos días cierto aspecto desangelado a este espacio solidario. Es lunes a media mañana. Una hora de trasiego habitual entre las 170 asociaciones del territorio que acuden a este centro a recoger alimentos para ser repartidos barrio a barrio, pueblo a pueblo, hasta el último rincón. “Hoy coincide que es quinto lunes de mes, cuando esa labor de reparto se realiza durante las cuatro primeras semanas”, explica Carlos Martínez, vicepresidente del Banco de Alimentos de Gipuzkoa y encargado de la Gran Recogida entre el 25 de noviembre y el 6 de diciembre, especialmente los días 25 y 26 de noviembre.
Ese es el motivo por el cual no hay tanto ajetreo en Oiartzun como suele ser habitual. Martínez hace de anfitrión con los responsables de la Behobia-San Sebastián, Enrique Cifuentes, presidente del CD Fortuna, y Fernando Ibarreta, productor ejecutivo de la popular carrera que este año presta su imagen para dar más visibilidad a la campaña. Completan el grupo la presidenta del Banco de Alimentos de Gipuzkoa, Belen Méndez de Vigo, y Mari Carmen Díez, esposa de Cifuentes y socia del Fortuna.
La visita tiene por objeto conocer los estresijos de esta gran familia en la que está implicada toda Gipuzkoa. En ella intervienen 180 voluntarios, que articulan la ayuda para beneficiar a más de 20.000 personas. “Nos encontramos en un gran almacén de alimentación que se nutre principalmente de productos del último minuto. Gracias a esta actividad no solo ayudamos a la gente sino que el año pasado evitamos que se desperdiciaran un millón de kilos”, explica Martínez.
Voluntarios que trabajan en cadena
Cinco furgonetas van y vienen frente a él. Otras tres hacen lo propio en torno al almacén central de Bergara, donde la asociación cuenta con otro centro logístico. Al fondo de la nave ocho voluntarios trabajan en cadena. Por sus manos pasan todos esos productos frescos que están “un poco tocaditos”. Lo suficiente como para no comercializarse, pero en condiciones idóneas para consumirse de inmediato: lechugas, tomates, tabletas de chocolate y paquetes de café que los voluntarios, una vez hecha la selección, trasladan en carretillas pesadoras con destino a cada una de las asociaciones.
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El listado de entidades es interminable, desde Cáritas a Evangelistas de Amara, pasando por los servicios sociales de diferentes municipios del territorio, la Asociación de Nigerianos o la agrupación para la integración del inmigrante magrebí Jatorkin Al-Nahda. Son asociaciones que, como explica Méndez de Vigo, permiten advertir los diferentes niveles de necesidades entre la sociedad guipuzcoana. “Cuando nos dicen que este invierno vamos a tener que apretarnos el cinturón, en muchos casos igual no nos supone más que bajar un poco menos la calefacción, pero hay miles de personas que no tienen garantizado ni lo más básico”, alerta.
La presidenta de la asociación pone a modo de ejemplo el colectivo de inmigrantes que no tiene regularizada su situación administrativa. En Euskadi han sido localizadas un total de 661 personas de vida en calle. Entre los 23 municipios vascos que participaron en el recuento nocturno de Kale Gorrian la semana pasada destaca Donostia, donde la noche del 26 al 27 de octubre se observó a 220 sin techo.
Las calles de Donostia y Bilbao acogen al 71,3% (471 personas), con cifras muy superiores a Gasteiz (41 personas), y muy por encima de otros municipios guipuzcoanos como Irun (21), Errenteria (14) o Tolosa, con ocho personas localizadas. “En ocasiones, nos suelen decir que el Banco de Alimentos hace una labor que debería cumplir la Administración. Nuestro mayor éxito sería desaparecer, pero mientras no estén cubiertas todas esas necesidades, alguien le tiene que hacer”, expresa la presidenta de la entidad.