LA primera toma de contacto con la campaña electoral discurrió ayer jueves por el terreno tradicional de la incitación a la adhesión a los candidatos y las siglas. Pero con matices que ya desde hace tiempo se veían venir y que el baño de multitudes tradicional, según las posibilidades de cada uno, confirmó.
En el PNV la voluntad inequívocamente expresada es la de que la ciudadanía vote pese a quienes pretenden que se quede en casa. Lucha contra el discurso del desánimo más que contra el del cambio –siempre socorrido como alternativa a un diagnóstico concreto de propuestas y viabilidad–. A Imanol Pradales le toca recordar al indeciso y al aburrido que decidir es votar y todo lo demás es postureo. Ayer jueves agarró ese toro por los cuernos pero tendrá que sostenerlo firmemente durante las próximas dos semanas para que sus iniciativas concretas, con números y mecanismos de financiación, en materia de bienestar social y desarrollo económico no queden sepultadas por la subasta de soluciones mágicas que también se escucharon ayer.
Pello Otxandiano, por su parte, intenta mantener el pulso de su afición sin acelerar el del resto de la ciudadanía. Su mensaje de renovación no acaba de empezar por sus propias filas cuando sus propuestas hablan de “desmilitarización” de la Ertzaintza, de incremento de subvenciones, del alquiler como único modo de tener vivienda o medidas inaplicables unilateralmente en Euskadi como la reducción de jornada laboral a 32 horas sin reducción de sueldo –qué goloso–. Pero anoche, ¿patinó al calificar este momento como el inicio de “un nuevo ciclo político” o se trató de una reafirmación de la equivalencia que hace de los períodos en Euskadi, como cuando hace unas semanas aludió al medio siglo de terrorismo de ETA también como “un ciclo político”? Sería bueno que lo aclarara.
Para ser un jueves cualquiera, ministras y exministras encontraron un hueco en sus agendas. Las Montero –la socialista María Jesús, ministra en activo, y la de Podemos Irene, exministra en pasivo– se trajeron a Euskadi el discurso revelador de sus prioridades, que podrían haber soltado lo mismo en Navalcarnero. La primera arropó a Eneko Andueza reclamando la dimisión de Isabel Díaz Ayuso y preguntando a Feijóo por su cuñado y la segunda dio impulso a la candidatura de Miren Gorrotxategi solicitando que Sánchez rompa relaciones con Israel. En descargo de esta última hay que admitir que dedicó un rato a zumbar al PNV por oligarca y privatizador, en otro alarde de renovación del discurso.
El PP se trajo a Cuca Gamarra para contar que Javier de Andrés es el único candidato del cambio porque todos los demás van juntos. El eslogan se reproducirá por sistema y es el mejor modo de no hablar del modelo de gestión autonómica de su partido y los resultados del mismo en el modelo de bienestar en Madrid, Valencia, Castilla y León... etc. Con tanto ilustre importado –¡si hasta Vox se trajo a Ortega Smith!–, a la candidata de Sumar le faltó quien la confirmara como la izquierda verdadera para que el votante tenga claro qué diferencias insalvables de programa hay entre las siglas enfrentadas en ese sector. El sábado llega Yolanda Díaz y seguro que lo aclara todo. Y no será la única porque el fin de semana trae un Sánchez debajo del brazo.
Mientras tanto, arranca una campaña para recuperar la ilusión por elegir la hoja de ruta del país tras la anomalía pandémica y el estridente ruido importado desde la Villa y Corte. Que se quede allí.