Nada peor que limpiar tus trapos sucios en el balcón. Te quedas al descubierto. Le ocurre al PSOE con la ley trans; a Podemos con las listas que empieza a pergeñar Yolanda Díaz en Sumar; al PP con los resbalones de Feijóo; a Vox con el divieso de la narcisista Olona; o a los restos del pujolismo con la golfada del 3%. También en su caso los jueces airean las vergüenzas pero su intolerable desafío al mandato constitucional resulta tan grotesco que ya se ha hecho mundano. Demasiado barullo junto. Ahora bien, todo quedará reducido a fuego de artificio una vez que el Gobierno saque adelante los Presupuestos y empiece a pensar en su rehabilitación. Peor pinta tiene el futuro de Griñán, más cerca de la cárcel después del sopapo de Anticorrupción. Otro tanto se puede decir de la incómoda posición del ministro Marlaska tras el vídeo delator de la BBC sobre los trágicos sucesos de Melilla.
Cobra cuerpo la idea de que Feijóo se lo está poniendo fácil a Sánchez. Sus torpezas le delatan. La febril ocurrencia de rescatar la reducción del IRPF por la compra de vivienda que en su día retirara Rajoy le desangra. Otro tanto cuando busca la peor disculpa para sacudirse la incómoda respuesta que para el PP oficial siempre supone valorar la exhumación de los restos de militares franquistas. Algunos dirigentes de Génova empiezan a revolverse inquietos en sus asientos cuando hace poco caminaban henchidos. La racha de desatinos no acaba. Para colmo del martirio, los resultados de esa encuesta del CIS a más de medio año de las elecciones locales que nadie esperaba porque es inhabitual. Tezanos da una ventaja global de hasta seis puntos a su partido sin decir en manos de quién quedarán ayuntamientos y autonomías.
Otro balón de oxígeno moral para el socialismo. Son titulares que acaban entrando por los ojos, que conforman estados de ánimo más allá de ser cuestionados. Ocurría con aquella ola de los días gloriosos de Ayuso y Moreno Bonilla que parecía llevar en volandas a Feijóo a La Moncloa tras la defenestración de Casado y con la ayuda de una clá entregada a la causa. Ahora, la sensación acontece distinta. El PSOE se sabe lastrado por los efectos de la crisis económica, los malabarismos ideológicos de su líder y el desgaste propio ante la adversidad incesante. Pero le asiste una estabilidad que la UE bendice encantada y dispuesta a reconocer con fondos, un crecimiento del empleo indudable y un reconfortante escudo social en las puertas de consagrarse con la aprobación de los últimos Presupuestos de la legislatura.
En los ratos libres de la negociación presupuestaria, la coalición de izquierdas hace guantes debatiendo sobre la transexualidad. Pareciera el debate por excelencia. La digresión del momento. Ésa de la que nadie parece abstraerse. En la familia socialista siguen fluyendo disputas de voz grave aunque tampoco pasarán a mayores cuando se trate de ir a las urnas. Otra cosa distinta acontece con la presión tenaz que le hacen sus socios, ávidos por exprimir este limón ideológico cuando más lo necesitan ahora que transitan buscándose a sí mismos. Y, en el otro lado, la derecha siempre combativa cuando se trata de dilucidar sobre la libertad sexual. Sabe que le renta porque su discurso cala como un guante de seda entre su electorado. Nada más esclarecedor para demostrar esta estrategia que la sarta de diatribas contra la ministra Montero, dentro y fuera del Congreso, por su silencio sobre la muerte de una niña en Gijón a manos supuestamente de su madre por una disputa conyugal en los juzgados.
Ante semejante coyuntura, hasta el debate sobre la sedición parece menguar. Puro espejismo. En verdad, siempre será una herramienta de disculpa para algunos y de división para una mayoría. Más barullo para enfangar un ámbito de confrontación condenado irremediablemente con el paso de los días a no entenderse. Desde cada trinchera sus propios datos conforman versiones contrapuestas sobre una única realidad. Solo el sentido común trata de hacerse un hueco en la objetividad. Ahora mismo se ha recuperado el empleo y no se han resquebrajado las cuentas de resultados empresariales. Ahora mismo se multiplican los anuncios de nuevos fondos europeos, pero su aplicación concreta brilla peligrosamente por su ausencia como denunció Aitor Esteban en el último control al Gobierno. Ahora mismo la sanidad en Madrid es un agujero por el que claman pacientes y sanitarios aunque el PP siga sacando millas de distancia a todos sus rivales juntos. Malos tiempos para que entre el barullo resplandezca la verdad.