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El primer ministro francés, el centrista François Bayrou, afronta este miércoles dos mociones de censura, presentadas por la izquierda y que tienen pocas opciones de progresar después de que los socialistas anunciaran que no las secundarían.
La extrema derecha de Marine Le Pen aguarda hasta última hora para dar a conocer el sentido de su voto en la moción de censura, pero su apoyo ya no es clave y, además, muchos de sus responsables se han pronunciado en favor de no apoyarla. Un panorama que permite a Bayrou afrontar con optimismo este envite parlamentario que hace dos meses costó el cargo a su antecesor, el conservador Michel Barnier.
Como entonces, el primer ministro decidió adoptar sin voto parlamentario los presupuestos, lo que le expone a una moción de censura. Barnier optó por negociar solo con la extrema derecha, que en el último momento le abandonó, lo que le convirtió en el jefe de Gobierno más breve desde la Segunda Guerra Mundial. Bayrou apostó por intentar resquebrajar la alianza electoral de izquierdas que resultó ganadora de las legislativas de julio pasado y acabó por convencer a los socialistas de que rompieran ese bloque y dieran estabilidad al Ejecutivo.
Mociones de censura, a la izquierda
Al frente de 66 diputados, la dirección socialista ha jugado la carta de la responsabilidad y de acabar con el bloqueo en el que se encuentra el país, al borde de una profunda crisis financiera y de una parálisis económica para justificar su cambio de postura. Además, aseguran que han conseguido arrancar al Gobierno concesiones en los terrenos de la educación, la sanidad y el medio ambiente, sin olvidar el compromiso de Bayrou de abrir la puerta a enmendar la polémica reforma de las pensiones de 2023 que retrasaba dos años la edad de jubilación.
Avances insuficientes para los otros socios de la izquierda, liderados por Jean-Luc Mélenchon, partidario de tensar más la cuerda y obligar al presidente, Emmanuel Macron, a dimitir de su cargo y convocar presidenciales. Mélenchon no ha dudado en denunciar una traición de los socialistas y dar por rota la alianza con ellos.
La dirección socialista, por su parte, asegura que se mantiene en la oposición y, para demostrarlo, anuncia su propia moción de censura contra el Gobierno, una vez que estén aprobados los presupuestos. Una iniciativa que tiene pocas opciones de salir adelante.
La extrema derecha ha visto como la postura de los socialistas les ha sacado del foco mediático, puesto que su voto ya no es vital para la continuidad del Ejecutivo. Le Pen reunirá a su grupo parlamentario a lo largo de la mañana y, posteriormente, anunciará si apoya o no la moción de censura, aunque de las declaraciones de sus líderes se desprende que no lo hará. De esta forma, la finalista de las dos últimas presidenciales cuida su imagen institucional, a menos de dos meses de que se conozca la sentencia del juicio contra ella por desvío de fondos del Parlamento Europeo que puede inhabilitarla.