Vida y estilo

Belén Diego, Amukatu: “Un gato no es un jersey ni un objeto de usar y tirar”

Desde Amukatu no solamente les dan de comer y los atienden como es debido, sino que esterilizan a los animales a través del método CES
Belén Diego, Amukatu: “Un gato no es un jersey ni un objeto de usar y tirar”

Belén Diego (Oviedo, 1974) llegó a Amurrio hace más de una década. Licenciada en Turismo, trató primero de buscar un empleo relacionado con sus estudios o, tal vez, pensó, podía trabajar de teleoperadora o en algún puesto de atención al cliente. Es lo que había hecho otras veces. Esa era la idea primigenia que tenía al desembarcar en Euskadi. Al final, en un giro de guion inesperado, como en las películas de Shyamalan, Belén terminó como auxiliar veterinaria. “Fue un poco a lo tonto”, comenta. Primero hizo un curso con la intención de mejorar el cuidado de los gatos del refugio de la localidad alavesa y después realizó sus prácticas en una clínica de Llodio. Conectó enseguida con los veterinarios y se puso a trabajar allí. “Salió todo rodado”, dice la voluntaria de la asociación Amukatu de Amurrio, que en 2014 cumplió diez años de funcionamiento con el objetivo de controlar y cuidar las colonias de gatos del municipio y de los alrededores. 

No solamente les dan de comer y los atienden como es debido, sino que esterilizan a los animales a través del método CES (Captura, Esterilización y Suelta); un sistema que convive con otro muy similar llamado CER (Captura, Esterilización y Retorno) y que, según cuenta esta mujer, en la práctica no presentan diferencias. El objetivo en ambos casos es idéntico: se busca frenar la expansión de los gatos callejeros sin tener que sacrificarlos y respetar así sus derechos fundamentales, dejándolos vivir en libertad. “Realmente es lo mismo, solo cambia la denominación. Cuando los soltamos, dejamos a los gatos en el mismo sitio en el que los hemos cogido”, comenta Belén Diego.

Obviamente, matar a los gatos nunca es una opción. Pero no todos en la comarca opinan lo mismo. “Todavía hay gente anclada en el pasado que cree tener derecho a matarlos y machacarlos, sobre todo en determinadas zonas rurales”, alerta. ¿Sigue siendo así en 2025? ¿La sensibilidad animalista no es ahora mayor que hace 20 o 40 años? “Afortunadamente, esto está cambiando con la desaparición de las generaciones más veteranas. Lo que tenemos que hacer es aprender a convivir con ellos y que puedan desenvolverse en las mejores condiciones posibles”.

Desde que era pequeña, en su familia siempre ha habido una inclinación animalista hasta tal punto que sus padres “recogían animalitos” abandonados de la calle. Ella tiene dos gatos en su casa y no opone resistencia a la pregunta de si se considera gatólica. Al contrario: se ríe con la definición. A veces, se lleva a un gato del refugio para hacerle “curas más intensivas” y sus familia felina puede aumentar a tres miembros. Ese es el tope que se ha marcado. “Es que no me hacen falta más. Los quiero tener bien atendidos. Además, dos es un número perfecto porque así no están solitos”, dice. Belén aprovecha para lanzar un mensaje a los antigatólicos: “Hablan desde el desconocimiento y con ideas que ya teníamos que haber superado hace tiempo. Los gatos merecen el mismo respeto que el resto de los animales”. 

Los gatos merecen respeto

Una alcaldesa sensibilizada

En la actualidad, desde Amukatu calculan que en el valle de Ayala puede haber un total de 60 colonias felinas, de las cuales más o menos la mitad se encuentran en Amurrio. Hace 12 años, cuando Belén se mudó al municipio alavés, la gestión de los gatos callejeros estaba fuera de control. “Era un desmadre. Nadie se ocupaba de nada y morían de mala manera”, declara. Así que se juntó con Esti, Rubén y Ane -a quienes había conocido a su paso por la protectora de animales de Bilbao- y decidieron que había que tomar cartas en el asunto en su pueblo. Coincidió que en 2012 dieron con una alcaldesa sensibilizada con el tema, Miren Josune Irabien (PNV), actual directora de Promoción del Euskera del Gobierno vasco, y que había asumido el cargo en las elecciones municipales del año anterior. “Nos ayudó mucho. Nos juntamos los cuatro para explicarle la problemática y vimos que conocía de sobra el asunto. Estaba muy sensibilizada y tuvimos suerte de que fuera bastante proactiva con el tema”, afirma.

Presentaron el proyecto de la asociación en un pleno del ayuntamiento y ahí se inició la labor de Amukatu con “una pequeña partida” presupuestaria, que ha ido aumentando con el paso de los años gracias también a las aportaciones de las diferentes administraciones vascas y estatales. El refugio de las asociación de la calle Boriñaur vino más adelante y ocupa el lugar de un antiguo matadero, a mitad de camino de la estación de tren Iparralde y del supermercado Eroski. Con la marcha de Irabien en 2020, no hubo que lamentar una regresión a políticas anteriores, ya que “se había creado una sensibilidad en la ciudadanía y lo había dejado todo bien encarrilado. Era una persona muy accesible”, recuerda Belén.

Las leyes animalistas que se han aprobado en los últimos años, y la extensión del sistema CER o CES, han despejado el horizonte. Sin embargo, la entidad animalista se muestra crítica con la ordenanza de la asociación de municipios vascos Eudel para el bienestar, protección y tenencia responsable de animales de compañía, que entre otras cuestiones, incluye la gestión de las colonias de gatos. Para Amukatu, la ordenanza, que tiene un carácter de recomendación y hace responsable a los ayuntamientos del control poblacional de estos animales, da un “paso atrás” con respecto a las esterilizaciones. “No ha salido nada bueno de Eudel con este asunto. Esperemos que prevalezcan las leyes autonómicas y estatales”, confían. Belén endurece su discurso: “Lo que tienen que hacer los políticos es cumplir con las leyes, que muchas veces se las pasan por el forro. Son normas que ellos mismos han aprobado”. También advierte sobre los abandonos, un problema “extraordinario”. “Un gato no es un jersey ni un objeto de usar y tirar. Conlleva una serie de compromisos y unas ataduras que pueden durar muchos años”.

Ni están locas ni tienen carné

En total son 13 mujeres y 2 hombres en la asociación. Todos ellos son voluntarios. Se organizan como pueden, rascando tiempo en sus ratos libres. Hay quien se dedica a atender el refugio, varias personas echan un vistazo a las colonias que cuidan en los barrios de Amurrio, otros capturan a los gatos con jaulas trampa y tampoco falta el típico manitas que colabora en temas de bricolaje o en lo que surja. “Cada uno escoge lo que mejor se le da”, afirma Belén. En su caso, se responsabiliza de las tareas de atención sanitaria y de coordinarse con los veterinarios cuando es necesario medicar, administrar inyecciones, suministrar suero o ingresar al gato.

En muchas ciudades grandes, las gestoras de colonias avaladas por los ayuntamientos se ocupan de alimentar a los felinos de la calle, desparasitarlos y llevarlos al veterinario. Estos voluntarios suelen tener un carné entre sus manos que tiene el visto bueno municipal. En Amurrio, con una población de 10.000 habitantes, donde prácticamente todo el mundo se conoce, no hace falta una acreditación de este tipo. “En su momento tuvimos un carné, pero ya no. La gente sabe quiénes somos. Nos conocen de sobra. Y si alguien nos dice algo, les remitimos a la asociación”. Sobre el manido estereotipo machista de las locas de los gatos, Belén cree que la imagen aún persiste en una parte de la sociedad. Tratando de ir un poco más allá, busca una razón más fundamentada sobre lo que hay detrás del tópico: “A lo mejor los gatos conectan mejor con las mujeres, porque están más alineados con nuestra mentalidad. Puede que sea por una cuestión psicológica”. 

Dar o no dar de comer a los gatos callejeros

La Ley de Protección de los Derechos y el Bienestar de los Animales, aprobada en marzo de 2023 en el Congreso de los Diputados, no dice gran cosa sobre la conveniencia de dar de comer a gatos callejeros o palomas. Solo en su artículo 25 se afirma que queda “totalmente prohibida” la alimentación de animales de compañía o silvestres “con vísceras, cadáveres y otros despojos”. La ley establece que los municipios deben atender a los animales extraviados o abandonados. Muchos ayuntamientos sancionan con multas cuantiosas la alimentación en la calle de perros, gatos o palomas.

Belén Diego rechaza imponer sanciones si se pilla a alguien dando de comer in fraganti a un animal. “Es una medida disuasoria, pero va en contra de la ética animal y de las personas. Se supone que no se deben alimentar con cochinadas o restos de comida a los animales, pero si se garantizan unas condiciones sanitarias y les das de comer pienso seco no hay ningún problema”, asegura. La voluntaria de Amukatu relata cómo una vez tiraron restos de comida desde la cuarta planta de un edificio de Amurrio. “Fue una auténtica guarrada. Por la actitud de personas así, pagamos el resto”, sentencia.

25/02/2025