Bera, en la órbita musical

A pesar de su evidencia y de aparecer como conversación recurrente entre los aficionados, hasta hoy nadie se había dedicado a abordar y documentar el singular fenómeno que aporta el pueblo de Bera a la creación musical vasca. Es indiscutible la cantidad de músicos, discos, sonidos y conceptos que ha aportado la localidad a la escena sonora de Euskal Herria y ha sido la editorial Banizu Nizuke, a través del autor Pablo Salgado Méndez el que le ha puesto el cascabel al gato. Salgado opina que “Bera es el pueblo más interesante de toda Euskal Herria a nivel musical, con muchísima diferencia”.

El libro, que ha presentado este sábado en la Casa de Cultura de Bera, en compañía de Estitxu Pinatxo, cantante y además, concejal de la localidad, cuenta con versión en euskara y castellano, aborda ampliamente, a través de más de 60 entrevistas, “por qué el pueblo genera tal cantidad y calidad de músicos, por qué lo catalogamos como un fenómeno en sí mismo, por qué un pueblo de 3.000 habitantes se ha convertido en el lugar más interesante de la música vasca. Joseba Irazoki, Petti, Joseba B Lenoir, Borrokan, Mikel Irazoki, Estitxu Pinatxo… la lista es interminable”. Y es que en su trabajo, Salgado ha contabilizado mas de cien referencias discográficas de músicos de Bera, solistas, grupos…, “incluso la discografía de Xabier Montoia, en el que el único que no era de Bera era el propio Montoia: todos los músicos, el productor, el estudio, eran de la localidad”. La presentación se ha completado con un concierto de Rüdiger en el Ikuilu. “Para mí Rüdiger es el autor del mejor disco del año pasado, pero es que hace dos el mejor fue el de Joseba Irazoki” ha comentado Pablo Salgado para refrendar que en Bera la cantidad no está exenta de calidad. El autor propone un decálogo de posibles respuestas al hecho de por qué el pueblo genera tal cantidad y calidad de músicos.

Primer punto: una iniciación temprana. Bera es un pueblo pequeño, en el que gran parte de la oferta cultural se ofrece en la Escuela de Música Isidoro Fagoaga, que acoge a cientos de niños y niñas. Además, han existido otros dos espacios de formación musical clave: Las clases particulares de solfeo de Begoña Rudi, y Laia la tienda de instrumentos que montó Fernan Irazoki.

Salgado destaca también la presencia de músicos en calidad de maestros, así como la presencia de divulgadores musicales de generación en generación: “Matías Irazoki traía discos de pizarra desde Francia, y su particular giradiscos desde Bélgica; con el que dicen se convirtió en el primer Dj del pueblo. O el caso de Josu Goia, con su afán de recuperar parte del cancionero de la zona, instrumentos o la organización de eventos. Con el paso de los años, el testigo musical fue pasando de mano en mano.

El autor señala también la cercanía a la frontera francesa, con una tradición musical mucho más progresista, así como la facilidad para acceder a locales de ensayo gratuitos, como la antigua aduana en Lizuniaga: Este es, sin duda, un hecho clave para el desarrollo de cualquier banda del pueblo. Porque no solo ha generado un espacio accesible, popular y gratuito donde poder ensayar sin molestar a nadie, sino porque también ha supuesto un lugar común de relación entre los músicos del pueblo y el primer estudio de grabación profesional de Bera. También hay que reseñar la presencia de espacios como el Zizka, Kataku y su festival Zotal Toral, o la casa de cultura y el apoyo institucional. “La tradición musical es algo que se encuentra ya arraigado en la naturaleza de este pueblo, y que parece extenderse a lo largo de los años. Parece que aquí se entiende la profesión de músico como un oficio y por tanto es socialmente respetado”, comenta.

Pero si de verdad hay un punto que no deja de sorprender a Salgado es el apoyo entre músicos. “Si alguien necesita un músico para su nuevo proyecto, un pipa para los bolos, un furgonetero, un técnico, una colaboración, una bobina analógica de grabación; incluso la letra de una canción, todos saben que su entorno puede ocuparse de ello”, finaliza.