La pareja se está preparando. Van juntos al trabajo. El perro, visiblemente inquieto, les sigue. De la habitación, donde la mujer se pone la chaqueta, al baño, donde se mira por última vez en el espejo. Y de ahí, a buscar las llaves, ¿Dónde estarán? Ah, sí, en la cocina, y el perro a su estela.
Antes de salir por la puerta, se despiden del perro: unas caricias, unas promesas de que no tardarán mucho y un maternal recordatorio de que se porte bien.
La puerta se cierra. Y se abre el caos, el miedo extremo, la agitación, la ansiedad. 7 horas de sufrimiento para ese perro. 7 horas de preocupación para la pareja, que ya ha sido advertida por los vecinos de que su perro se pasa horas llorando y ladrando cuando se queda sólo. Y además, a través de una cámara conectada su móvil pueden comprobar cada día como su perro, deambula, efectivamente llora y ladra, y además, destroza todo lo que está a su alcance, principalmente la puerta de salida.
Lo anterior es una descripción conductual prototípica de un problema serio que afecta a muchos perros y familias. Y que hoy queremos conocer más a fondo: la conocida como ansiedad por separación.
Carlos Míllara, responable de CANMIGOS, pasó de ejercer su profesión como ingeniero químico a convertirse, primero en educador canino y progresivamente en especialista en ansiedad por separación canina. Hoy lo tenemos en Café con Patas para hablar de este problema.