No debe de haber muchos precedentes de que los firmantes de una iniciativa conjunta en las Cortes españolas se líen a trompazos dialécticas durante el debate de su toma en consideración. Sin embargo, es lo que hicieron ayer PP y PSOE, que emplearon el tiempo para la defensa de la propuesta de reformar la ley orgánica del Poder Judicial en cruzarse cargas de profundidad y exabruptos varios.
Como no somos nuevos, nos creímos lo justo la sobreactuación de Miguel Tellado y Patxi López, portavoces de las respectivas banderías. Resultaba evidente que los dos partidos tienen una necesidad perentoria de aparentar que se llevan a matar.
Y sí, es cierto que sus relaciones no atraviesan por el mejor momento, pero también lo es que cada vez que se pone sobre la mesa “una cuestión de Estado”, olvidan las rencillas y se alían. Véase cualquier iniciativa para fiscalizar la Corona, por ejemplo.
Aliados cabreados
Con el desbloqueo del CGPJ, han tardado más. Nada menos que cinco años. Pero, al final, han optado por la solución de siempre: un reparto de cromos que, como lamentó el portavoz del PNV en el debate de ayer, Mikel Legarda, no soluciona el problema de fondo, que es la politización de la Justicia.
Para probar que eso es así, no hace falta más que repasar la lista de los futuros vocales. Cada uno de ellos viene de serie con etiqueta ideológica correspondiente. Y quien dice ideológica dice partidista, que es peor.
Así que los grupos del bloque de investidura tienen toda la razón del mundo cuando expresan su malestar ante lo ocurrido. Quizá exageran la nota al agitar el espantajo de la gran coalición, porque todavía estamos lejos de ese siniestro escenario, pero sí es cierto que, cada vez que conviene, regresa el bipartidismo más desacomplejado.
Con todo, las agrias quejas que volvimos a escuchar ayer o las escenificaciones testimoniales como el abandono del hemiciclo en el momento de la votación no van más allá del ejercicio del derecho al pataleo.
Salvo por la parte de Junts, que ya ha demostrado que es capaz de apretar el botón nuclear, no parece que la sangre vaya a llegar al río. Todos son conscientes de que la alternativa sería un gobierno PP-Vox. Es la baza de Sánchez.