Después de que Andoni Zubizarreta dejara su huella en San Mamés y pusiera rumbo al Barcelona, Bixente Biurrun (Sao Paulo, Brasil, 1-IX-1959) fue reclutado de Osasuna para defender la portería rojiblanca de cara a otro ejercicio sumamente especial (1986-87). Sin Zubizarreta ya en Bilbao, Biurrun sumó 173 partidos en sus 4 campañas como león (1986-90) y la primera de ellas fue la única en la que Iribar ejerció como entrenador del primer equipo del Athletic. Lo recuerda perfectamente el de Sao Paulo: “Empezamos muy bien y ganamos en el Bernabéu incluso, pero después se fue torciendo la temporada y acabamos jugando el play-off de descenso, aunque no pasamos apuros. Para mí fue una suerte estar aquel año con él, porque siempre le admiré como portero. Sepp Maier y él eran mis ídolos y a los que intentaba parecerme, aunque no llegué”.
Cuestionado por cómo fue el día a día con Iribar en el transcurso de aquella complicada temporada a nivel de resultados, Biurrun pone en valor que “José Ángel fue un entrenador muy cordial que hablaba todas las cosas, por lo que era fácil tener una buena relación con él y entenderse. Un día a la semana, creo recordar que eran los viernes, solía quedarse con Patxi Iru y conmigo, pero estaba más con el equipo, porque Manolo Delgado Meco y Txetxu Rojo también estaban con nosotros”. “No era una situación fácil, dado que era un equipo que venía de ser campeón y al Txopo le tocó afrontar una temporada complicada, pero la supo llevar y estar a las duras y a las maduras”, lanza asimismo Biurrun, quien incide en que “a pesar de que el equipo no terminó de funcionar, lo cual suele suceder a veces cuando empieza a salir gente nueva y joven, él mantuvo el tipo en todo momento”.
En cuanto a la presión que sintió a título individual tras tomar el testigo de dos guardametas como Iribar y Zubizarreta, el de Sao Paulo confiesa que “al principio no fue fácil, porque yo venía además de fuera y es cierto que había esa presión, pero siempre me sentí querido en San Mamés, hice lo que pude y estuve muy a gusto”. “Iribar marcó una época a nivel estatal y europeo. Era un portero muy elegante que salía y blocaba de maravilla”, define Biurrun.