SE habían puesto “unos objetivos muy altos”, a los que no han conseguido llegar, pero, aun así, se dan por satisfechos. “A falta de la confirmación de alguna familia, 95 menores saharauis vendrán a Bizkaia este verano. El año pasado, después de la pandemia, fueron 69. Es una subida importante y estamos contentos”, valora Mikel del Arco, coordinador del programa Oporrak Bakean en el territorio.
Aunque sus pretensiones eran que “alrededor de cien” niños y niñas pudieran dejar atrás durante dos meses las duras condiciones del desierto y los campos de refugiados gracias a la solidaridad de las familias vizcainas, no ha podido ser. “Remontar la tendencia negativa que venía sufriendo este programa no está mal. Si año tras año aumentamos este número de acogimientos, ya sería muchísimo, porque a nivel estatal están disminuyendo”, contextualiza Mikel, quien recuerda que “antes a Euskadi llegaban dos aviones con niños” y confirma que “la pandemia sí ha afectado”.
Pese a todo, se muestra optimista. “Lo importante es quedarse con esa tendencia hacia arriba y poco a poco llegar a los acogimientos de hace muchos años, que eran muchos”, reitera. Remarca este objetivo porque “allí hay muchos menores que se quedan sin poder salir. No llegamos a cubrir a todos los que lo necesitarían y las condiciones en verano cada vez son más duras: temperaturas inhumanas, cada vez más altas por el cambio climático, menos ayuda humanitaria, subida de precios por la crisis económica... Si todo eso afecta aquí, imagínate allí”, argumenta.
El coronavirus no es el único culpable de que las cifras de menores saharauis acogidos hayan ido mermando. “Cuando empezó el programa, hace muchos años, la respuesta fue masiva. El conflicto saharaui estaba mucho más presente en los medios de comunicación y la sociedad en general. Es un conflicto que lleva casi 50 años estancado y esto también perjudica a otros programas. Ahora quizás otros conflictos en el mundo tienen más repercusión mediática, la crisis que arrastró nuestra sociedad desde 2007, las diferentes crisis en la pandemia... Son muchas cosas las que han ido afectando”, repasa.
De todas estas dificultades dan buena cuenta en la asociación Amal, que promueve la acogida de estos menores en Santurtzi y Portugalete. “Llevamos dos años sin poder acoger ni a un solo niño porque no hay familias. Hemos tenido tres posibilidades, pero al final se han echado atrás. Los años que más esfuerzo hemos hecho de difusión, de hacer entrevistas con los medios locales, de convocar un par de charlas en cada pueblo y no ha habido manera”, cuenta apenado José Luis López, presidente de Amal.
La última vez que recibieron a estos pequeños, en 2019, albergaron a tres. “Desde entonces, no hemos tenido ya oferta de nuevas familias. Con el tema del covid hubo un descenso significativo. El año pasado se retomó, con las dificultades y obstáculos que hubo, pero la gente no está por la labor”, confirma. A la hora de esbozar las causas, considera que “es multifactorial: el tema de la crisis, la pandemia... Esto requiere un compromiso por parte de las familias de acogida en julio y agosto e imagino que también influyó mucho que el año pasado era el primero en el que se podía salir más o menos en condiciones normales”, intuye.
A estas circunstancias hubo que añadir un triste imprevisto. “Se cruzó por medio el tema de Ucrania, hubo también una respuesta favorable de acogida aquí e imagino que es un cúmulo”, explica José Luis, antes de echar la vista atrás. “La asociación nació en 1998 y el primer año se acogieron a treinta y tantos niños. Desde entonces hasta ahora hemos acogido entre Santurtzi y Portugalete a casi 390. Ahora estamos a la espera de ver qué ocurre”, señala.
En Bilbao el panorama es más alentador. De hecho, en 2019 contaron con una decena de familias acogedoras, el año pasado solo con dos y este se han “superado con creces”. “Para nuestra sorpresa se han apuntado cerca de quince familias, aunque en total ha habido treinta interesadas, con lo cual probablemente el año que viene tengamos mejores datos”, confía Alex Hernández, coordinador de Oporrak Bakean en la capital vizcaina, a donde en su día “llegaron a venir hasta 30 menores”.
Satisfecho porque “se ha hecho una campaña muy fuerte en Bilbao y ha tenido una respuesta muy buena”, reconoce, no obstante, que no las tenía todas consigo. “Con la crisis y todo lo que tenemos en ciernes, no es fácil. Para acoger hay que hacer muchas cábalas, hablar mucho en la familia y estar muy convencidos. Al principio la cosa fue lenta y andábamos un poco preocupados con el tema de la pandemia, pero las expectativas poco a poco, de una manera costosa, se están cumpliendo”, asegura Alex, para quien “la gente ha ido entendiendo que es un proyecto necesario y que hay que apoyarlo.
También Julio San Román, presidente de la asociación Atfal, de Getxo, está “contento” con las siete familias que abrirán sus puertas a niños y niñas saharauis en el municipio. Antes de la pandemia se animaban entre diez y doce. “Hemos estado tres años sin acoger por la pandemia y teníamos que empezar de cero. La gente ha respondido mejor de lo esperado y es probable que el año que viene las familias aumenten porque suelen repetir y se apuntarán nuevas. Otros municipios han estado más escasos”, lamenta.