La Itzulia saltó por los aires, dinamitada por la desgracia, siempre presente, acechante. El riesgo nunca descansa en el ciclismo, el peligro, siempre latente. Célula durmiente hasta que despierta en modo de pesadilla. Eso ocurrió camino de Legutio. Se activó el mecanismo infernal de la fatalidad. Fue un día negro. Triste. Maldito. Angustioso. Se vistió de luto la carrera vasca, que no deja de caerse. El drama se extendió en el descenso de Olaeta, donde se produjo una fatal caída.
La Itzulia se desangraba por los suelos, aturdida, en shock por el impacto emocional que provocó un accidente espeluznante. Una escena propia de la guerra. En esa desgraciada secuencia, Jonas Vingegaard fue el más afectado. El bicampeón del Tour se golpeó con fuerza contra la base de una señal de trafico cerca de una zanja.
Inmóvil, ovillado, aunque consciente, quedó tendido sobre la hierba debido al impacto de una caída escalofriante. Los servicios médicos de la Itzulia se acercaron de inmediato para atender al danés, herido grave. Las imágenes revelaron de inmediato la seriedad del accidente.
El danés, con la espalda golpeada, el maillot roto, era la estampa de la desgracia. Se le cortó la respiración a la carrera, que asistía con desconsuelo a las imágenes del ciclista, roto, quebrado. Inmovilizado, evacuaron a Vingegaard en ambulancia de la carrera.
Tumbado sobre una camilla, con un collarín en el cuello para inmovilizarle y suministrándole oxígeno, trasladaron al danés al hospital. Tras un exhaustivo examen, llegó el parte médico. Vingegaard se fracturó la clavícula y varias costillas. Permanecerá en el hospital por precaución. Tuvo suerte el danés una vez digeridas las impactantes imágenes de su accidente. El miedo y la preocupación se metió hasta el tuétano.
La caída fue muy grave. Se produjo a alta velocidad, según narró Ion Izagirre, que pudo fintar el infortunio. "Es una curva que se toma a gran velocidad y el suelo no es el mejor. Nosotros conocemos la carretera y hemos podido esquivar la caída". Terrible por sus consecuencias y su magnitud. Fulminó a los favoritos de la Itzulia.
Remco Evenepoel se fracturó la clavícula tras esquivar un árbol. Roglic acabó en una zanja. Jay Vine abandonó inmovilizado, con fracturas de vértebras. Steff Cras también sufrió un duro golpe. Perforación de ambos pulmones. Terrible.
"En esa carretera hay un montón de raíces de los arboles por debajo del asfalto que hace que la carretera sea muy botona. A la vista no se aprecian pero sin darte cuenta vas dando botes y si no llevas el manillar bien agarrado es fácil salir por los aires", aseguró Mikel Bizkarra, que no está en la carrera pero que sabe cómo es el estado del piso en la zona. Esa misma idea transmitió el gasteiztarra Joseba López, conocedor del descenso. Él rodaba en la fuga del día.
"La bajada, por culpa de las raíces, tiene zonas botonas y por eso la encaré el primero". Burgaudeau, que era parte de la escapada, anunció sin saberlo lo que sucedería después. Era una premonición del mal fario. El francés, escupido por el asfalto y la inercia, tuvo que corregir la trazada y entrar en la zona de hierba, aunque no se cayó.
Probablemente, el estado del asfalto, unido a la velocidad en la que se producía el descenso, fue la causa principal de un accidente en el que se vieron involucrados once ciclistas. "Nosotros creamos la tensión y arriesgamos, aunque la curva era peligrosa. Yo me dejé ir para atrás porque sabía que ahí había peligro. Creo que nos tenemos que replantear si tenemos que tomar tantos riesgos. Cuando he visto que se han caído ahí me ha entrado bastante mal cuerpo", reflexionó con serenidad Pello Bilbao sobre el accidente.
Tres ambulancias atendieron a los heridos
Vingegaard fue el que salió peor parado de la caída múltiple. Tras perder el control de su bicicleta, el danés se golpeó con la base de una señal de tráfico antes de quedar tendido sobre la hierba. Trató de moverse en un primer instante, pero de inmediato supo que no podía incorporarse. Sus compañeros de equipo alertaron al coche de equipo. Los médicos de carrera no tardaron en auxiliarle. No fue la única víctima de un accidente que colapsó al servicio médico.
Tres ambulancias, de las cuatro que acompañan la Itzulia, tuvieron que quedarse para atender a los heridos. En la misma caída que mordió con saña al danés se vio involucrado Roglic, encajado en una zanja. Pudo abandonarla tras recibir ayuda y ponerse en pie. El esloveno, que era el líder, se metió en el coche de equipo y dejó la Itzulia.
Dos caídas en dos días. Mejor no tentar a la suerte. Otra víctima más en una etapa terrorífica. Evenepoel también cayó y se fracturó, al parecer, la clavícula derecha y la escápula. Tuvo que ser trasladado al hospital.
Jay Vine fue otro de los perjudicados por el accidente. Abandonó la carrera en ambulancia. Sufrió una fractura cervical. Afortunadamente sin afección neurológica. Con todo, la imagen más preocupante era del campeón danés. Fue una carnicería.
Dado el alcance del accidente, se neutralizó la Itzulia por la ausencia de ambulancias, concentradas en atender a los heridos. La caída se produjo en un descenso que parecía limpio, sin demasiados riesgos. La curva estaba señalizada. Landa, que conoce estas carreteras como la palma de su mano, comandaba la bajada. De repente, detrás del alavés, comenzaron a caer ciclistas, desperdigados por la inercia de la curva. Frenazos, gritos y dolor. El caos.
Neutralizada la etapa, los seis fugados, Mikel Retegi, Joseba López, Meintjes, Burgaudeau, Thompson y Vacek se jugaron la victoria de una jornada negra, sin efectos clasificatorios para la general. Mattias Skjelmose, el nuevo líder tras la retirada de Roglic, no quiso vestirse de amarillo.
El danés, compatriota de Vingegaard, con el rostro compungido y la voz afectada, dijo que sus pensamientos, estaban con los caídos. En días así prevalece el ser humano sobre el palmarés. La competición no tiene sentido. El maillot del líder lucía a media hasta. Día de luto en la Itzulia.