Vida y estilo

Buceando en los secretos y leyendas de los cementerios de Euskal Herria

Estos lugares de descanso eterno se encuentran cargados de historias que resuenan en la memoria colectiva de sus habitantes, por lo que nos sumergimos en un ambiente lleno de misticismo y respeto en el que los mitos perduran incluso en la otra vida

Euskal Herria guarda secretos antiguos, historias que laten bajo sus tierras y leyendas atrapadas entre las piedras de sus cementerios. Estos enclaves en los que las tumbas susurran enigmas de otras épocas y las lápidas cuentan relatos de amor, desamor, tragedias y traiciones, guardan los recuerdos y las aspiraciones de los que ya no están.

Nos adentramos en un recorrido por camposantos cargados de misterios que nos invitan a explorar la memoria de nuestros pueblos, esa que sobrevive en las sombras, en el murmullo del viento y en el silencio que dejaron los que partieron hacia otra vida.

Ecos de tragedia y eternidad

Nuestro viaje comienza en territorio alavés, porque nos dirigimos al cementerio de Santa Isabel en Vitoria. Se trata de un lugar que se encuentra a las afueras de la ciudad y que, desde su construcción en 1808, ha sido testigo de innumerables historias. Sus muros altos y su estructura de piedra nos dan la bienvenida con un aire solemne -casi impenetrable- que nos invita a sumergirnos en sus secretos. Este cementerio no solo es conocido por su valor arquitectónico, sino también por las leyendas que se han tejido en torno a él.

Una cruz en el cementerio de Santa Isabel. Jorge Muñoz

Hay sucesos que aportan una atmósfera especial de temor y respeto que se respira en este enclave, escenario de varias novelas locales en una ciudad que acoge cada año un festival dedicado a la cultura de la muerte. Este conjunto de siniestra belleza ofrece visitas guiadas de la mano de Marta Extramiana, escritora y principal experta en la historia y patrimonio de este cementerio. La leyenda que más destaca de este simbólico enclave es la del panteón de Julián Zulueta, pues se dice que la estatua del ángel que corona el mausoleo puede mover su brazo y señalar a las personas visitantes, lo que significa que morirán en una semana.

Detalle del ángel en el panteón de Julián Zulueta. Jaizki Fontaneda

A medida que avanzamos entre las lápidas, sentimos que este cementerio es más que un lugar de reposo, donde las almas perduran y las tumbas cuentan historias que parecen resistirse al olvido. Además, en las zonas más antiguas, es posible observar cómo la vegetación abraza las piedras, como si la naturaleza misma intentara custodiar esos enigmas de otros tiempos.

Belleza y misterio en la colina

De la capital alavesa nos desplazamos a la guipuzcoana, donde el cementerio de Polloe, construido en 1878, está situado en una colina desde la que se puede divisar gran parte de la ciudad. Conocido no solo por su belleza, sino también por su atmósfera casi mágica, recorremos sus senderos rodeados de esculturas y mausoleos imponentes percibiendo un ambiente de misterio latente, como si el viento que acaricia los cipreses nos contase ecos de historias lejanas.

Entrada del cementerio de Polloe. Arnaitz Rubio

Una de las leyendas más impresionantes que circulan en torno a Polloe tiene que ver con obras. Tal y como se cuenta y, aunque la prensa de la época no lo refleja, fue a finales de los 60 cuando se construía la variante de la autopista que cruza el cementerio por debajo, momento en el que algunos difuntos aprovecharon para escapar de sus tumbas, pues varios ataúdes cayeron sobre el túnel que horadaban los obreros.

Al caminar entre los panteones, percibimos la intensidad de cada escultura, de cada detalle arquitectónico como si Polloe fuera una galería al aire libre, donde las almas de ilustres como Clara Campoamor y de figuras anónimas se encuentran descansando bajo la misma tierra. Un lugar testigo de la historia y el arte, pero también un reflejo de los miedos y anhelos que laten en el corazón de su gente.

Vistas del cementerio de Polloe. Arnaitz Rubio

Entre fronteras y susurros

Nuestro itinerario continúa en un rincón más apartado. El cementerio de Etxalar, en Navarra, se encuentra situado en un entorno rural rodeado de verdes colinas y prados. Pese a que parece un lugar detenido en el tiempo que refleja mucha serenidad y tranquilidad, sus entrañas guardan relatos de misterio.

El recorrido nos guía hasta la Iglesia de la Asunción, en cuyo jardín se encuentran las tumbas de los fallecidos y, sobre ellos, se perciben unos monumentos funerarios que reciben el nombre de estelas discoidales. Antiguamente, se creía que estos elementos de forma circular actuaban a modo de señal, ya que los vivos anhelaban que el recuerdo de los muertos perdurase en el tiempo.

Vista de una estela discoidal. Patricia Carballo

Asimismo, cuenta la leyenda que, cuando el almacén de la capilla se vio envuelto en unas obras para su remodelación, se descubrieron estos monumentos funerarios en su interior, plagados de símbolos paganos como rosetas hexagonales y flores de la vida, símbolos cristianos y la presencia frecuente de lauburus dibujados.

Por otra parte, los rumores cuentan que, antiguamente, las brujas de la zona celebraban en este camposanto sus akelarres, por lo que no nos sorprende el aura mística que desprende, a pesar de su modestia y sencillez. Frente a las tumbas cubiertas de musgo, sentimos el peso de las leyendas que envuelven este lugar, en el que cada rincón esconde la historia de esta tierra que se mezcla con el presente, como si cada piedra fuera testigo de un tiempo que aún no se ha ido.

Modernismo e infinidad de historias

Finalmente, nos situamos a las puertas del cementerio de Bilbao, cercano a Derio y Zamudio. Construido en 1902, destaca por su impresionante arquitectura modernista que combina esculturas delicadas con mausoleos y estatuas llenas de detalles y simbolismo, en un lugar que nos habla de la riqueza y el esplendor de otras épocas.

Puede que sus leyendas no sean tan misteriosas como las anteriores, pero se trata de un lugar marcado irremediablemente por varios episodios de la historia. Algunos de ellos hablan sobre tragedias significativas como la catástrofe del Circo del Ensanche en 1912, cuando una falsa alarma de incendio causó cuarenta y cuatro muertes (cuyos nombres se encuentran inscritos), o el accidente del monte Oiz en 1985, en el que fallecieron 148 personas en el considerado el peor desastre aéreo de Euskadi.

Flores en el cementerio de Bilbao. Borja Guerrero

Aparte, resguarda también los nombres de algunos combatientes de la Guerra Civil que perecieron en los fusilamientos masivos en los que más de 490 personas fueron ejecutadas por las tropas franquistas entre 1937 y 1943, muchas enterradas en fosas comunes y que se encuentran homenajeadas en placas y monumentos, incluyendo versos de Lorca y Alberti.

Por otro lado, este cementerio ofrece visitas guiadas, recorridos teatralizados y ha sido escenario de películas y videoclips, lo que refleja una interacción clara entre la vida y la muerte en un lugar cargado de simbolismo. De esta forma, su visita se trata de una oportunidad para reflexionar sobre las historias que nos cuenta, donde los testimonios de los vivos y los muertos conviven en una especie de armonía silenciosa.

En cada lápida y en cada murmullo hemos sentido el pulso de Euskal Herria, una tierra que abraza sus tradiciones y su historia, en la que los mitos y las leyendas se mantienen vivos. En cada uno de estos lugares, la vida y la muerte se entrelazan, recordándonos que, al final, todos compartimos el mismo destino.

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EL AUGE DEL TANATOTURISMO

En las últimas décadas, el tanatoturismo, la visita a cementerios, lugares de muerte históricos o sitios relacionados con leyendas, ha crecido notablemente en todo el mundo. Esta modalidad turística, que atrae a quienes buscan una conexión diferente con la historia, la cultura y el misterio, ha encontrado en Euskal Herria un terreno ideal. 

De esta forma, además de ofrecer un enfoque alternativo al turismo convencional, el tanatoturismo invita a reflexionar sobre la muerte y el patrimonio, acercándonos de forma respetuosa a figuras históricas y populares, tragedias pasadas o costumbres funerarias antiguas. Y es que, la búsqueda de experiencias más auténticas y emocionales es lo que enriquece el atractivo de estos sitios. El tanatoturismo no es solo un fenómeno de curiosidad, sino también una forma de preservar y revalorizar estos lugares. En Euskal Herria, donde los cementerios rurales y urbanos están cargados de historias y costumbres que, de otro modo, podrían perderse con el paso del tiempo, es posible descubrir una versión del pasado que de ninguna otra forma podría contarse.

El cementerio de Polloe e un día nublado. Arnaitz Rubio

01/12/2024