Buitrago impone su jerarquía

Pello Bilbao, con el maillot naranja de la regularidad (préstamo de Buitrago), tercero en la general de la Volta a la Comunitat Valenciana, felicitaba con una sonrisa a Santiago Buitrago, su compañero, por el liderato obtenido con un remate sensacional para someter a Joao Almeida.

No sabía, empero, que el colombiano había descascarillado a Milan, que fuera colega de ambos antes de que el gigantesco italiano se fuera a otro equipo. Un auxiliar certificó al gernikarra el triunfo de Buitrago.

Lo celebró el colombiano, nuevo líder, mostrando dos dedos a su llegada a la meta de Portell de Morella. Símbolo de la victoria por duplicado. “Una segunda victoria en esta carrera no me la esperaba. Sí que con el equipo teníamos bastante ambición de poder descontar esos dos segundos, aunque lo veíamos complicado, pero lo intentamos queríamos jugárnosla hasta el final”, apuntó Buitrago, que radiografió el final.

“En los últimos kilómetros estuvimos ahí delante con Pello (Bilbao) y Jack (Haig), fue una batalla para pelear la posición y cuando me vi delante en el ultimo kilómetro fueron mas las ganas que otra cosas lo que me impulsaron a la meta. Estoy contento por mis compañeros porque ha sido una semana dura para todos y me alegra poder recompensarles”, dijo el nuevo líder.

Buitrago, nuevo líder

El triunfo le concedió a Buitrago, sensacional su aceleración, una decena de segundos respecto Almeida, el líder, que llegó en el grupo de Pello Bilbao, que continúa subido en el podio de carrera valenciana. Buitrago subrayó su estado de gracia en un desenlace enrevesado, que abrió las costuras del portugués, errado en el tramo definitivo.

Perdió enfoque Almeida en un escenario que guiaron los hombres del Lidl, Milan y Soderquivst, hasta que irrumpió en escena el efervescente Buitrago, un cohete que quemó a Almeida.

Al igual que en su primera victoria de etapa, en la que sometió a Pello Bilbao, el colombiano se agitó con saña para descorcharse y poner a enfriar el champán para el cierre de la carrera, que tiene en sus manos si nada extraño ocurre. Le esperan las mejores vistas de la carrera.

Sensacional Jon Agirre

Antes, en el Alto de Vista Bella, Jon Agirre, del naranja del Euskaltel-Euskadi, rodaba con ahínco y entusiasmo después de despachar a Diego Uriarte y Hugo Houle, con los que había compartido plano en la fuga. Ese punto naranja lo localizó la ambición de Pablo Castrillo, héroe en la pasada Vuelta, donde se colocó dos coronas de laurel con actuaciones lisérgicas, sobre todo en Cuitu Negru.

Allí, en esa ascensión de tragedia griega desenmascaró el sufrimiento y la ruina de Vlasov, una mueca de dolor constante. Castrillo tocó el hombro a Agirre y este respondió. Se prensó a su espalda, mientras entre los jerarcas, con Almeida de líder, se daba alas a Castrillo, empeñado en su misión.

El de Zumaia, que liderará la clasificación de la montaña tras hacer un montón grano a grano, y el oscense fueron compañeros el pasado curso en el Kern Pharma. Se entendieron de maravilla. Por los viejos tiempos.

Castrillo, al ataque

Agirre, estrecho, liviano, perfil de hilo, se encaramó en el carenado de Castrillo, con mayor carrocería, hasta que el oscense deshilachó el esfuerzo de Agirre, fatigado, que tuvo que elevar los hombros y asumir que ese claqué no era para él.

Castrillo no se abandonó a pesar de que la apuesta no parecía la ganadora. Se reafirmó en cada metro. Almeida ordenó a sus muchachos que se aplicaran para aplacar a Castrillo, con uno de los dorsales al viento, queriendo caerse, en precario equilibro.

Cabeceaba Castrillo, obstinado. Un Quijote que corría a espasmos. Le frenaron los molinos de viento de la realidad. La imaginación no todo lo puede. Cepeda tomó la antorcha de Castrillo.

El Movistar escupe fuego en el despertar acelerado del curso. Chispas de deseo. En la desembocadura, el grupo de los elegidos apagó el fogonazo de Cepeda. La pólvora estaba en las piernas de Buitrago, que se disparó para imponer su jerarquía.