Vitoria – La mejoría del Deportivo Alavés en los últimos nueve días, desde la victoria ante el Cádiz, es innegable. Sin embargo, este cambio de tendencia, aunque sea muy reciente, no se ha dado de la noche a la mañana. Si el barco babazorro navega ahora en aguas más plácidas, es porque, previamente, se ha hecho fuerte en una tempestad que pudo ahogar al capitán albiazul, pero que, contra todo pronóstico, lo que ha hecho es consolidar aún más el estatus de héroe que se ganó merecidamente la temporada pasada, cuando salvó al cuadro gasteiztarra de un descenso casi inevitable.
Como si de un regalo caído del cielo se tratara, la entidad del Paseo de Cervantes ha encontrado en Javi Calleja al mejor estandarte posible para defender sus intereses. Un hombre humilde, positivo y, sobre todo, trabajador. Alguien que, pese a no llevar una década en Vitoria-Gasteiz, ha entendido lo que es el Glorioso y, antes de morir con una idea difícil de sacar adelante en Mendizorroza, ha preferido mirar por el vestuario y el club y adaptar su estilo a lo que estos dos le pedían a gritos.
Todo ello, ha provocado una situación inédita en el mundo del fútbol. Por primera vez, incluso durante el grueso de la mala racha de resultados, casi la totalidad de la afición alavesista ha seguido confiando en el entrenador complutense y en su capacidad para revertir la mala dinámica. Algo que, seguro, también se ha trasladado a la plantilla, quien, en cuanto ha tenido la ocasión, no ha dudado en demostrar su fe ciega en el preparador madrileño –haciendo referencia al abrazo de Joselu en el Nuevo Mirandilla–.