Calzados Virgilio es una de las tiendas referentes en Elizondo, y en Baztan, uno de esos comercios “de siempre”, que todo el mundo conoce, cercano, de confianza. Seguramente no habrá en el valle nadie que no lo conozca, o no haya tenido calzado comprado en él, zapatillas de casa, alpargatas, deportivas, zapatos, botas, botines…todo tipo de calzado, desde niños y niñas hasta hombres y mujeres, pasando por la juventud. Junto a ello, en la tienda regentada por Isabel González y Paco Alzugaray podemos encontrar complementos de bolsos, cinturones, artículos de viajes, palas cortas y paletas para frontón, pelotas para frontón o trinquete, o pelotas de goma y de cuero para jugar a mano.
Se trata de una tienda que siempre ha destacado por la calidad de sus productos y por su cercanía hacia el cliente, sus señas de identidad, que hoy por hoy, tras cumplir 100 años en este año que termina, sigue apostando por ello.
Tanto el establecimiento como la sociedad han cambiado muchísimo, así como el propio calzado y las necesidades de la clientela. Calzados Virgilio ha tenido que adaptarse constantemente a esos cambios, algo que ha conseguido gracias al esfuerzo y el buen hacer de sus gestores, desde sus comienzos, en el año 1922, hasta nuestros días.
Hace más de 30 años, Isabel terminó sus estudios, y como a su padre, Eusebio, le quedaba poco tiempo antes de jubilarse, decidió apostar por la tienda familiar y trabajar en ella, junto a su padre y madre, “no me costó tomar la decisión”, reconoce. Recuerda que desde pequeña, junto a su hermana Ana, correteaba por el establecimiento, ayudando en lo posible, colocando cajas, cobrando las letras en los bancos…o ayudando en la venta cuando fueron creciendo más. Le gustaba, y como el negocio familiar necesitaba su empujón, se decidió. Años más tarde, su marido Paco se unió al negocio, es carpintero, pero la empresa en la que trabajaba cerró. En esa época, la familia había crecido y querían dedicar el tiempo necesario a sus hijos, por lo que Paco comenzó a trabajar en la tienda. “al principio e costó”, señala Isabel, “aunque en su anterior trabajo también tenía ese trato directo con la clientela, y poco a poco se adaptó”.
Han pasado más de tres décadas desde entonces ha llovido mucho. “Han sido unos años en los que la tienda, el calzado y las necesidades de la clientela han cambiado, y nosotros también hemos tenido que adaptarnos a ello”, señala, por ejemplo la gestión, “antes apuntaba todo en un cuaderno y ahora tenemos la tienda informatizada, algo que supone mucho trabajo pero que también nos aporta mucha información”.
Durante todo este tiempo, Isabel ha aprendido mucho, ha invertido mucho tiempo e ilusión en tratar de mejorar. Señala que a pesar de llevar mucho tiempo al frente del negocio, día a día trabajan con la misma ilusión que el primer día, “me gusta mi trabajo”, reconoce. Lejos de conformarse, siguen formándose, realizando cursos, aprendiendo de otros compañeros y visitando otros establecimientos, no descansa ni en vacaciones, “cuando voy a otra ciudad o de vacaciones siempre me fijo en las tiendas de zapatos, cómo tienen los escaparates, el interior, qué tipo de calzado venden…siempre tomo apuntes”, señala.
VIRGILIO
La zapatería la fundó en 1922 Virgilio González, el aitatxi de Isabel. Virgilio, nacido en la Casa Cristo de Iruñea, empezó a aprender el oficio en Altsasu, pero pronto se instaló como zapatero en Irurita, junto a otro socio.
Poco después decidió emprender el camino en solitario en Elizondo, y tras ejercer como zapatero en dos locales, se instaló en el local donde hasta nuestros días, Calzados Virgilio ha cumplido 100 años.
Durante muchos años se dedicaba a la reparación y fabricación artesana de zapatos y botas a medida, para años más tarde pasar a la venta de calzado en general, dejando un pequeño taller sólo para reparación. Isabel cuenta que su aitatxi supo adaptarse a los tiempos y se dio cuenta de lo que el futuro iba a deparar, “poco a poco empezaron a llegar viajantes la fabricación de zapatos fue perdiendo peso para centrarse en la venta.
Tras Virgilio, su hijo Eusebio, padre de Isabel, tomó el mando, y tras jubilarse, Isabel se hizo cargo del negocio. Por ahora no cree que sus hijos sigan con el negocio, “ya se verá, todavía a nosotros nos quedan unos años por delante”.