La violación de una mujer en un portal de la Plaza del Castillo, la reyerta de la cuesta del Labrit que acabó con un joven en la UCI o las agresiones sexuales del Vergel e Iturrama.
Las 265 cámaras instaladas en Pamplona, defiende la Policía Municipal, ayudaron a esclarecer estos cuatro delitos y que los agresores no quedaran impunes.
“Hay que tener ojos en la ciudad. Las cámaras son esenciales para poder investigar y pillar a los delincuentes. Si no, es muy complicado. Los casos más graves los hemos resuelto gracias a las grabaciones y a las horas y horas de trabajo de los agentes. Si no tuviéramos este recurso, resolveríamos menos investigaciones”, asegura Javier Goya, jefe de Policía Municipal de Pamplona.
El control de la fiesta
16 patrullas y agentes de paisano en las discotecas
Jueves, viernes y sábado a la noche. Centro de Coordinación Operativa de Policía Municipal (CECOP). El inspector jefe al mando, Antxon Velázquez, coordina el dispositivo, compuesto por 16 patrullas y agentes de paisano, y vigila en una pantalla gigante las 265 cámaras instaladas en la ciudad.
El objetivo, prevenir conductas delictivas –peleas, robos con violencia, agresiones sexuales o violaciones– en las zonas de ocio nocturno de Pamplona: el Casco Viejo y San Juan. “Cuando cierran las discotecas, todo el mundo está loco. Son horas críticas y de mucho trabajo”, afirma Antxon.
El momento más delicado de la noche llega cuando cierran las discotecas y bares con permisos especiales. A altas horas de la madrugada, las patrullas se despliegan en los exteriores de locales de ocio nocturno para evitar conductas delictivas. “La gente sale cargada de razones y con ganas de liarla, pero la presencia policial reduce las posibilidades de bronca. Como nos ven, les disuadimos”, explica Goya.
Al mismo tiempo, cuatro agentes del CECOP visualizan los lugares más conflictivos en un videowall –un sistema multipantalla de grandes dimensiones– y buscan indicios que les permitan anticiparse a los incidentes. “Tenemos las cámaras orientadas hacia las puertas de los bares y discotecas que tienen más gente de marcha y donde se producen más robos con violencia o reyertas”, apunta Goya.
Cuando el Centro de Coordinación “huele la pelea”, avisa a las patrullas sobre el terreno y, según la gravedad del altercado, moviliza a más o menos agentes. “Miramos las cámaras, vemos cuánta gente hay implicada y se dan órdenes. ‘Que vayan dos patrullas. Tened cuidado que se están tirando botellas’. La decisión la toma el jefe de sala, el máximo responsable del operativo”, detalla Goya.
El objetivo es que el dispositivo sepa exactamente qué está pasando en cada momento: “Los policías que visualizan las cámaras son los ojos de los agentes. Las patrullas necesitan tener la mayor cantidad de información posible. Se está todo el rato hablando. La comunicación es fundamental”, ahonda.
Pero en ocasiones la policía no llega a tiempo y los presuntos delincuentes se dan a la fuga. Sobre todo, en violaciones y agresiones sexuales: “El 90% de los casos se investigan previa denuncia. Es muy difícil que nos percatemos por las cámaras”, reconoce Goya.
La búsqueda del agresor
Ropa y accesorios, claves para reconstruir los pasos
En estas situaciones, se activa el protocolo de agresión sexual o violación y los agentes comienzan a recabar información que les proporciona la víctima y los testigos que han presenciado los hechos.
“La zona de ocio nocturno es muy chiquitilla y es fácil que una persona haya visto algo. Vamos por los bares, hablamos con las fuentes y los porteros de discotecas, que al final te los conoces a todos, y preguntamos si esa noche ha entrado una persona con unas características concretas”, señala Goya.
Los agentes que están sobre el terreno transmiten la descripción del presunto agresor al Centro de Coordinación, que busca en las cámaras a una persona que a una hora concreta estaba en una zona determinada.
Por ejemplo, un hombre de 1,80 metros, barba, abrigo verde, gorra negra y zapatillas blancas que, supuestamente, ha agredido sexualmente a una mujer en el Casco Viejo de madrugada.
“Los policías miran las grabaciones de todas las cámaras de todas las calles del Casco Antiguo, el Ensanche y los alrededores para localizar a un hombre que se ajuste a esas características”, indica Goya.
Cuando encuentran a un sospechoso que encaja con los rasgos proporcionados, la policía saca una imagen de su rostro –todas las cámaras no son de alta resolución– y se la enseñan a la víctima. Si le reconoce, los agentes proceden a su detención.
Para ello, disponen de una herramienta que muestra las cámaras por las que ha pasado la prenda o rasgo distintivo seleccionado. “Si elegimos un gorro blanco, aparecen todos los gorros blancos que las cámaras han captado en el periodo de tiempo que le hemos indicado. Así podemos reconstruir sus pasos y comunicárselo a los compañeros que están en la calle”, relata.
Investigación policial
Horas y horas de vigilancia para ‘cazar’ al delincuente
En ocasiones, como la violación del 26 de febrero a una mujer en la Plaza del Castillo, la detención es cuestión de horas. En otras, el grupo de policía judicial, comandado por el inspector Félix Echávarri, analiza las grabaciones durante semanas. “Son horas y horas de visionado de las cámaras hasta que identificamos al sospechoso”, reconoce Félix.
Pero la investigación no termina ahí, ni mucho menos. “Aunque tengamos la foto, muchas veces no sabemos quién es. A ese rostro hay que ponerle nombre y apellido. No es como en CSI, que aparece la identidad, el lugar de residencia, las aficiones... La identificación es la labor más compleja y tenemos agentes especializados”, comenta Félix.
Otras veces es más fácil porque el delincuente está registrado en la base de datos de la Policía Municipal. “Nuestro grupo de análisis realiza perfiles con la información policial que recogemos de denuncias, partes de comunicación, informes, identificaciones o antecedentes”, explica Félix.
En ambos casos, el éxito reside en la paciencia. “Si sabemos que esa persona ronda una zona concreta, montamos un equipo de vigilancia. Son horas y horas de dos policías sentados en un banco esperando. También conocemos donde se ha producido el delito y lo supervisamos. Tarde o temprano siempre le trincamos porque el malo siempre vuelve al lugar de los hechos”, finaliza el inspector jefe de la policía judicial de Pamplona.