Política

Carlos Totorika: “Nos movilizamos por Miguel Ángel y se consiguió superar el miedo, rompiendo la lógica del terrorismo”

“Nos movilizamos por Miguel Ángel y se consiguió superar el miedo, rompiendo la lógica del terrorismo”

¿Se vive este aniversario de una forma diferente?

—Se vive otra vez con esa mezcla de presión, reflexión y hasta de responsabilidad. Todos podemos tener ganas de avanzar en nuestra vida y no sufrir tanto con estos recuerdos, pero algunos tenemos la responsabilidad de contar lo que pasó, al menos desde nuestra perspectiva.

¿El 13 de julio hará algo especial?

—No he pensado exactamente qué haría. Todos los años han sido días para la reflexión y el recuerdo. En mi caso me ha tocado, como responsable institucional, pensar y hablar al respecto. Toda la sociedad tendrá conciencia de lo que sucedió, o no, porque creo que la juventud tiene un gran desconocimiento de lo sucedido.

Echando la vista atrás, por un lado estaba el dolor íntimo, personal de la familia, y por otro la dimensión que adquirió el secuestro a nivel estatal e internacional.

—Yo viví sobre todo la proximidad a esa persona secuestrada y a su familia, lo que sufrían y lo que sufríamos todos. Me pareció que era un asunto absolutamente humano, me dolía que en demasiadas ocasiones el asesinato, el secuestro, la extorsión quedara escondido detrás de argumentos políticos que yo creía que no tenían nada que ver. Sobre todo había que poner en valor que hablábamos de personas que tienen derecho a la vida, a la libertad y a tener la opinión política que les parezca más conveniente.

¿Y cómo gestionaron la enorme repercusión en el exterior?

—Lo viví poco, luego tuve mucha más conciencia de lo que estaba sucediendo. Recuerdo muy bien que teníamos pocos contactos de tipo político, excepto los institucionales con el Gobierno, que entonces era de Aznar. Vivimos en una burbuja gestionando lo que creíamos que teníamos que hacer desde el ámbito local, por una parte abiertos a las instituciones que nos visitaban y nos llamaban, pero muy encerrados en cómo podíamos responder en Ermua.

Por tanto, uno de los hitos fue que el aspecto humano lo inundó todo, por encima de opiniones políticas.

—Fue un elemento muy importante, visibilizar a la persona en vez de a la víctima con las consideraciones que se hacían siempre de “algo habrá hecho” o si era un guardia civil o un general, escondiendo a la persona que había detrás del secuestro o el asesinato. Intentamos, primero de forma natural y humana, atender la problemática de la familia, que estaba absolutamente desbordada. La teníamos en dependencias del Ayuntamiento y hacíamos de filtro. Se había utilizado hablar del conflicto y de la patria, y se había asesinado en tantas ocasiones, que me parecía importante que se hablara de una persona.

Se trataba de un joven de 29 años totalmente enraizado en el pueblo.

—Naturalmente, era su pueblo. Aunque sus padres nacieran en Galicia, cuando emigran a Ermua y se integran como trabajadores y como ciudadanos, su hijo muchísimo más al nacer aquí, vivir, ir a la universidad y tener la red de amigos y de conocidos en Ermua, cómo no. Él vivía esa juventud con toda la ilusión que se vive cuando se tienen veintitantos años. Además, focalizaba sus ilusiones a través de la actividad musical, participando en un conjunto en el que era el batería. El recuerdo que tengo suyo fuera del ámbito institucional del Ayuntamiento es precisamente verle en una de las bodas en las que estuvo tocando la batería con su cuadrilla.

La ciudadanía fue protagonista destacada, tomó la calle.

—Frente a lo que era casi lo habitual, que unos pocos salieran a manifestarse pero la generalidad de los ciudadanos permaneciera en silencio o en la indiferencia, pensando que a uno no le toca, algunos creímos que la actitud no podía ser la de mirar para otro lado. Se había secuestrado a una persona y no estábamos dispuestos a callarnos ni a quedarnos quietos. Desde que tuvimos conocimiento tomamos dos iniciativas, convocar un Pleno para condenar el acto y una manifestación de repulsa de inmediato.

La movilización popular, por tanto, prácticamente no tuvo parangón con lo vivido hasta entonces.

—De hecho, con aquellas movilizaciones se consiguió superar el miedo, cosa muy relevante, rompiendo con ello la lógica del terrorismo. El terrorismo utiliza la violencia para paralizar y con ello que se impulse su proyecto político, y a partir de las movilizaciones de Ermua creo que sucedía lo contrario. Con cada acto violento había más movilización y ETA se debilitaba claramente.

Una vez se consuma la amenaza, ¿qué le pasa a uno por la mente?

—A mí me tocó vivir esa circunstancia, que le habían pegado dos tiros y le habían encontrado en Lasarte, con la obligación de comunicárselo a los vecinos, porque había muchos miles en la calle del Ayuntamiento esperando noticias. Cuando se lo trasladé, creo que las palabras literales fueron que Miguel Ángel había sido asesinado, se produjo un clamor, como un volcán de emociones, rabia, disgusto, angustia... Me generó la preocupación de que esa enorme energía tenía que acabar siendo positiva en la forma de una manifestación pacífica y respetuosa con los derechos de todo el mundo, incluso de los violentos. Tuve dudas de que aquello acabara mal porque había una tensión brutal en el ambiente. Iniciamos una caminata hasta Eibar y fue una manifestación positiva y respetuosa con todos.

¿Cree que estos hechos marcaron el principio del fin de la banda?

—Creo que sí, hubo elementos cualitativos distintos, el principal fue esa respuesta en forma de movilización con todos los hechos de violencia de ETA. Buena parte de la sociedad vasca superó el miedo, la indiferencia, y se derribó ese muro que hacía que mucha gente prácticamente ni viera a las víctimas. Con esa unidad y esa pluralidad entre los demócratas se fundaron el Foro Ermua y Basta Ya, que utilizaron la movilización para intentar superar el miedo y derrotar a la ETA que nos estaba presionando a todos. Naturalmente hubo muchísimos otros elementos que permitieron la derrota de la banda pero creo que las movilizaciones de Ermua ayudaron de forma muy relevante.

¿Por qué es importante mantener la memoria de lo sucedido?

—La verdad histórica de que ETA utilizaba la violencia para conseguir sus objetivos políticos hay que contarla porque es verdad. A las víctimas les ayuda también porque el recuerdo de sus seres queridos asesinados es humano y porque la convivencia presente y futura depende de que haya un auténtico respeto a la pluralidad. No hay ese respeto cuando todavía hay segmentos de la sociedad que reciben a un preso, que ha asesinado y ha sido detenido por múltiples delitos, como un héroe. En estas condiciones se siembra odio.

Ahora la izquierda abertzale ha asumido una estrategia pactista en el Parlamento Vasco y en el Congreso.

—Lo que esperábamos los demócratas es que los segmentos sociales que creían en una independencia o en cualquier otro proyecto político defendieran sus posiciones y su ideología desde el respeto a los demás y a la ley pero en el marco parlamentario. Es la forma de resolver los enfrentamientos, todos tenemos que hacer un esfuerzo por construir la sociedad plural en la que vivimos.

Sortu no acudirá al homenaje.

—ETA ha dejado de existir porque el Estado de derecho y los demócratas la hemos derrotado, no ha sido por voluntad propia, desgraciadamente. Dicho esto, creo que es bueno que haya sucedido y que estén en las instituciones. El entorno de los herederos de ETA debe hacer una lectura de que no solo lo han dejado sino que aquello estuvo mal. El suelo básico que tenemos que compartir es el respeto a los derechos humanos, y por tanto, quien usa la violencia siempre debe ser condenado.

11/07/2022