La producción de Carmina Burana del Museo Universidad de Navarra (MUN) llega este domingo, 26 de marzo (18.00 horas, entradas agotadas), a su Teatro y el próximo 11 de abril a la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música, en Madrid.
Un total de 270 jóvenes, integrantes de la Orquesta Sinfónica y el Coro Universidad de Navarra, el Coro Juvenil del Orfeón Pamplonés y el Coro de Jóvenes de la Comunidad de Madrid interpretarán el clásico de Carl Orff, dirigidos por Borja Quintas. Participarán la Escolanía del Orfeón Pamplonés en Pamplona, y el Coro de Niños de la Comunidad de Madrid, en el Auditorio Nacional.
Junto a ellos intervienen los solistas Estíbaliz Arroyo, soprano y Aitor Garitano, tenor –ambos propuestos por Musikene, Centro Superior de Música del País Vasco–, Alejandro von Büren (Madrid) –propuesto por la Escuela Superior de Canto de Madrid–, y Iago García (Pamplona) –alumno de la Escuela Superior de Música de Cataluña–.
CUIDADA PUESTA EN ESCENA
Para la función de Pamplona, el espectáculo cuenta con una cuidada puesta en escena que utiliza proyecciones y una iluminación diseñadas por la dramaturga Liuba Cid, y se incluyen algunas voces que van conducir al espectador para permitirle comprender mejor la obra.
El proyecto está impulsado por el área Campus Creativo del Museo, que busca “contribuir a la formación integral de los alumnos de la Universidad de Navarra y al desarrollo de sus talentos artísticos, así como sus competencias profesionales y su desarrollo personal”, informa la institución.
“ Es una obra compleja tanto desde el punto de vista musical como coral, muy exigente, que supone un reto para los alumnos" ”
Carlos Bernar - Responsable del área Campus Creativo del MUN
En este sentido, la Orquesta Sinfónica, el Coro y los grupos de teatro de la Universidad de Navarra colaboran anualmente con distintas formaciones y viajan para actuar en otros grandes auditorios, como el encuentro y posterior concierto de bienvenida el pasado agosto con la Orquesta Juvenil Nacional del SODRE, procedente de Uruguay; o la producción de La zarzuela de los paraguas, en la primavera de 2022, en coproducción con AGAO.
UN RETO EXIGENTE
Este curso, se buscaba abordar un proyecto en esta línea, aunque distinto desde el punto de vista artístico. “El año pasado hicimos una zarzuela y no queríamos repetir algo escénico, como pudiera ser una ópera. Y decidimos llevar a escena Carmina Burana, que nos permite la colaboración con una masa coral grande, una experiencia muy interesante. Queremos tener distintas experiencias en el ámbito de la música, desde conciertos sinfónicos a galas líricas y un proyecto como este no lo habían hecho hasta ahora”, explica Carlos Bernar, responsable de Campus Creativo.
Sobre el concierto, apunta que “es una obra compleja tanto desde el punto de vista musical como coral, muy exigente, que supone un reto para los alumnos. Además, nos permitía colaborar con otras formaciones y que los estudiantes viajaran. Es un proyecto muy interesante”.
Producir una pieza de estas características ha supuesto un reto, en primer lugar, a nivel musical y escénico, por las propias exigencias de la obra. Pero también ha sido un desafío a nivel de producción y coordinación debido al número de participantes y a que todos son estudiantes, por lo que se ha trabajado intensamente para compaginar sus horarios académicos con la dedicación al proyecto en los ensayos.
Con el trabajo realizado hasta la fecha y las entradas agotadas en Pamplona, las expectativas son muy positivas. “Además, Carmina Burana es una obra épica y estoy seguro de que el público va a disfrutar muchísimo. Para los alumnos, tocar ante un público tan grande intimida, pero, al mismo tiempo, es muy ilusionante. Estamos muy contentos con la evolución de los alumnos, que han trabajado mucho y el resultado va a ser espectacular”, valora Bernar.
LA OBRA
Para esta composición, Orff se basó en una colección de poemas medievales escritos en su mayoría en latín, alemán y francés, en los que se ensalza el placer por vivir, el interés por los placeres terrenales, por el amor carnal y por el goce de la naturaleza, siempre con una mirada crítica y satírica hacia los estamentos sociales y eclesiásticos de la época.
Orff escribió esta cantata escénica en 1936-1937, en un momento de su trayectoria en el que decidió dejar atrás el cromatismo que había cultivado en sus obras de juventud, para dar rienda suelta a su obsesión por las melodías sencillas y los ritmos primitivos.
Encontró el material idóneo en esta colección de poemas goliardos de los siglos XII y XIII. La partitura resultante se rinde por completo a la dimensión más visceral de la música y cada movimiento se construye sobre la base de secciones que se repiten una y otra vez.
Los coros y arias son también de gran efecto y teatralidad, ya que Orff no concibió la obra para ser interpretada en versión de concierto sino como un espectáculo total que llamaba Theatrum Mundi y en el que cada nota debía estar estrechamente ligada a la danza, los diseños visuales y la acción escénica.