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Navarra

Casa Atostarra, del abandono al esplendor en Ibero

Isabel y Piter compraron un edificio en ruinas en 1989 que han transformado en un alojamiento para hasta 20 personas
Isa López Morales y Piter Pascual Martín, en la entrada de su casa rural.
Isa López Morales y Piter Pascual Martín, en la entrada de su casa rural.

Era unos “pipiolos” cuando, en 1989, compraron un edificio en ruinas. “Todo el mundo nos decía, ‘madre mía, no vais a durar dos días, ¿sabéis el obrón que tenéis por delante?’”, recuerda Isabel López Morales, junto con su marido Juan Antonio Pascual Martín, 'Piter', responsable de Casa Atostarra. A base de esfuerzo y años, una imponente casa rural pegada al río Arakil en Ibero. Ahí siguen.

Casa Atostarra se levanta sobre el río Arakil en Ibero, concejo de la Cendea de Olza.

Casa Atostarra se levanta sobre el río Arakil en Ibero, concejo de la Cendea de Olza. Unai Beroiz

El “sueño romántico” y proyecto de vida de esta pareja –él fue socio fundador del bar Terminal, en el que ella trabajaba– les llevó a 10 kilómetros de Pamplona. Isabel, natural de Granada, vino muy joven a Navarra con su madre y se instaló en Arguiñáriz. “Todos los días pasaba con el autobús por aquí y decía: ‘por dios, qué pueblo tan precioso, qué suerte la gente que viva aquí, con esas casas de piedra, el río...’. Ya con Piter y la idea de vivir en el campo, miraron terrenos “y vi una casa en venta en Ibero. Le dije, ‘Piter, vámonos allí, que es precioso’. La casa que se vendía no fue la que compramos, pero paseando encontramos esta y fue un flechazo a primera vista”.

Isabel y Piter, en una de las estancias de la casa rural, frente al fuego.

Isabel y Piter, en una de las estancias de la casa rural, frente al fuego. Unai Beroiz

En la actual entrada hay un hueco desde el que se ve el techo. “Se mantuvo así porque cuando entramos se veía directamente el cielo, todo estaba hundido”. Conservaron estructuras exteriores –excepto la que da al río, que reformaron– y mano a mano se pusieron a desescombrar “poco a poco. Después ya entraron albañiles, arquitectos...”. En 1992 inauguraron el restaurante “porque era una obra muy grande y tenía que empezar a dar dinero. Luego hicimos nuestra casa, tras casi dos años viviendo en una planta vana, sobre el cemento, sin nada. Pusimos visillos en las ventanas para que se viera bonito desde fuera, pero dentro era obra total”.

La hora del té, con unas impresionantes vistas.

La hora del té, con unas impresionantes vistas. Unai Beroiz

Por el camino cambiaron el concepto del restaurante –de carta a tapas– siempre con la planta del medio “vacía porque no sabíamos qué hacer, si ampliar el restaurante o hacer habitaciones. Los veranos eran apoteósicos, acabábamos muy cansados, y criando niños era difícil. Decidimos hacer habitaciones, diversificar”. Era 2005 y se estrenaron con dos apartamentos que convivían con el bar. Y en 2006, “nuevo golpe de timón al negocio”. Remodelación, adiós al bar y todo para turismo rural, con capacidad para 20 personas y opción de reservar el alojamiento entero o por apartamentos. “En verano trabajamos más con familias pequeñas; otoño e invierno toda la casa”, explica Isabel. “Hemos invertido mucho tiempo y dinero en la casa, pero nos va devolviendo toda la inversión”, reconoce satisfecha.

Una de las habitaciones del alojamiento.

Una de las habitaciones del alojamiento. Unai Beroiz

Por último, destaca el nivel del turismo rural en Navarra. “Creo que será de las comunidades de España con casas más profesionales, con más calidad, atención al cliente... Hablo de lo que me cuentan mis huéspedes y de lo que vemos, porque nos visitamos unos a otros y compartimos experiencias. Se ven casas fantásticas”.

Abrazo cariñoso de Isabel y Piter, asomados a un balcón que mira al río Arakil.

Abrazo cariñoso de Isabel y Piter, asomados a un balcón que mira al río Arakil. Unai Beroiz

2022-12-12T20:15:06+01:00
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