Navarra

Casa Manterola, el comercio más antiguo de Pamplona

Mikel Manterola posa con todo tipo de dulces en el interior del obrador artesano de la calle Tudela.

212 años de historia y seis generaciones convierten a Casa Manterola el comercio más antiguo de Pamplona. "No tengo ni idea dónde reside el éxito. Al final, es un poco de chiripa. Tienes que tener ilusión, que sea un proyecto vital, vocación, echarle ganas y que el cliente valore tu trabajo, que el producto que confeccionas no se pase de moda", comenta Mikel Manterola, dueño de la pastelería, confitería y obrador artesano de la calle Tudela.

El origen se remonta a 1810, cuando Cándido López, que pertenecía al gremio de los cereros, confiteros y chocolateros; funda el negocio bicentenario en la calle Zapatería, 20. Su hija, Tomasa, se casó con Gregorio Manterola y el matrimonio asumió la gestión en 1845. "Arriba tostaban el café y abajo fabricaban chocolate. Era todo confitería, productos que se conservaban gracias al azúcar porque las cámaras frigoríficas no existían", explica Mikel. Desde los inicios elaboraban merengues, mazapanes, chocolate y las velas.

A finales del siglo XIX se introducen dos nuevos productos: los turrones y las pastas de piñón, té o almendra. "Siguen siendo el producto estrella. Todo el mundo que tiene un cumpleaños viene a comprar un kilo de pastas. También triunfan nuestras trufas, bombones y bizcochos", asegura. La aparición de las pastas y los turrones no desbancaron al chocolate y en el siglo XX elaboraban 5.000 tabletas diarias. "Como los supermercados y los colmados aún no existían, mi abuelo y mi padre vendían chocolate por toda Navarra a pequeños comercios y mercaditos. Eran vendedores ambulantes", relata.

Sin embargo, con el surgimiento de los supermercados y "el cambio de la economía nuestro chocolate no era tan competitivo como el europeo y no pudimos adaptarnos", indica. Casa Manterola también dejó de elaborar velas en 1983 porque los hogares ya se alumbraban con luz eléctrica: "Cuando era pequeñico me subía a la planta de arriba del local de la calle Tudela y veía cómo se fabricaban las velas. Había un señor, Raimundo, que hacía las velas, que eran unos vasos circulares con unos cabos que se iban metiendo en cera líquida e iban cogiendo capa a capa, capa a capa, capa a capa", recuerda.

En 1985, fallece José Antonio Manterola, padre de Mikel, y su mujer, Rosa Aldaz, se hizo cargo de la pastelería. "Mi madre mete cabeza al negocio, lo innova y con muy buena visión introduce la cafetería. También monta un delicatessen que funcionó muy bien hasta que pusieron el Corte Inglés", apunta.

Tras la llegada de la gran superficie comercial desistieron de la tienda de delicatessen y apostaron por la hostelería y empezaron a cocinar menús. "Pero, zapatero, a tus zapatos, y tienes que ser hostelero para que vaya bien. En la actualidad mantienen la pastelería, el obrador artesanal, una cafetería con pinchos y un cáterin "de picoteo" para bautizos, cumpleaños...

Las prisas del autobús

Mikel, y el resto de sus seis hermanos, ayudaron a su madre durante la década de los 90, "sobre todo en Navidad, cuando más trabajo había con las cestas y los turrones", concreta. En 2002, cuando terminó la tesis –es doctor en Economía– Mikel se metió de lleno al negocio familiar y ya lleva dos décadas al frente. "Mi madre se jubiló en 2008. Fueron seis años de aprendizaje, que al final te crees que sabes mucho y te tienen que enseñar a gestionar", reflexiona.

Durante su mandato ha visto cerrar la vieja estación de autobuses, que tantos clientes le han dado. "Nos iba muy bien, era brutal porque la teníamos en los morros. La gente entraba corriendo y decía, 'por favor, ponme rápido una caja de pastas que se me va el autobús'. Vendíamos un montón de coronillas, de bollos, de pastas en toda Navarra. Eso se fue y el traslado nos hizo daño".

También han llevado a cabo una profunda reforma: la cafetería que inauguró Rosa se ha convertido en una sala y han cambiado la decoración, en la que predomina un elegante estilo antiguo. En las paredes, destaca un árbol genealógico en el que unos canutillos de madera unen las seis generaciones, un espejo gigante que su abuelo lo compró en Venecia, unos moldes metálicos del antiguo obrador de Zapatería, unas vidrieras o han reconvertido los moldes que se utilizaban para hacer los bloques del turrón en repisas donde descansan libros de repostería y pastelería.

Tras más de dos siglos de tradición pastelera, Mikel no se atreve a aventurar cuántos años más sobrevivirá el negocio o si habrá una séptima generación. "Tengo dos hijos y una chiquitilla. A la pequeña le gusta más cocinar y ya prepara sus bizcochos, igual va por ahí", desea.

28/02/2022