Pedro Sánchez pide perdón y muestra su inconmensurable decepción porque un gachó de su máxima confianza se la ha dado con queso. Hay que tener puntería, caray. Dos de dos. Resulta que el par de manos derechas que ha tenido desde su entronización como secretario general del PSOE le han salido rana. El primero, José Luis Ábalos, por el que puso la mano en el fuego hasta que echó cuentas y, cuando lo calibró como peligro para sus ansias de permanencia en Moncloa, lo largó de una patada inmisericorde. Allá películas si el tipo, en compañía de otros mafiosetes de tres al cuarto, le habían procurado la inopinada victoria en las primarias de su partido tras ser expulsado a patadas de Ferraz o el inverosímil triunfo en la moción de censura contra Mariano Rajoy.
Ídem de lienzo, con el otrora contertulio de Onda Vasca, Santos Cerdán. Apenas anteayer, Sánchez y su cohorte se palmeros (Montero, Puente, Patxi nadie López) denunciaban una operación orquestada por la malvada derecha mediático-político-judicial contra el fontanero mayor de Ferraz. Vistos con retraso sideral los pelendengues del morlaco, los susodichos y muchos más lamelibranquios monclovitas, incluyendo presuntos periodistas requeindependientes, cargan contra el desventurado Cerdán, atribuyéndole la condición de felón, como si no hubieran sido partícipes de la defensa a escuadra de su integridad moral. Son progres de pitiminí haciendo el trabajo sucio a la derechona rancia que dicen combatir. Porque, por más que se estire el manual de resistencia de marras, solo una imbecilidad ciudadana de talla XXL podrá comprar los balbuceos lacrimógenos del individuo. A estas alturas no hay retórico de sobresaliente cum laude capaz de hacernos creer que el requeteguapetón era felicianamente ajeno a los triles de los tipejos a los que había entregado su futuro. La pregunta es si se depurarán las responsabilidades correspondientes. Lamento ser escéptico.