Marta Urcelay, coordinadora del programa foral MusEkintza que ayer llenó de vida, sentimiento y compromiso vecinal el Castillo de Muñatones no acertaba a dar con el adjetivo exacto que pudiera definir el resultado del evento de teatro colaborativo desarrollado en este conjunto monumental en el que participaron cerca de un centenar de vecinos de la localidad minera dirigidos por la compañía de teatro Hortzmuga con Álex Antúnez a la cabeza. "Es sin duda una iniciativa singular que gracias a la complicidad e implicación del pueblo de Muskiz ha adquirido una dimensión que no se ha visto en otras propuestas del programa MusEkintza para convertir a los museos vizcainos en protagonistas más allá de los fondos que atesoran. Ha habido rodajes o participación en cortos o teatro a los que se han sumado los asistentes pero aquí en Muskiz han sido los vecinos los proponentes de su propia forma de contar a los asistentes la historia de su castillo lo que otorga a la propuesta un notorio plus colaborativo", resumía Urcelay que recordó que el 11 de junio MusEkintza volverá a la ferrería de El Pobal –el otro tesoro monumental de Muskiz– para acoger una jornada de arte y música en la fragua con el grupo Oreka TX y la actuación del ballet vertical de Janire Etxabe.
La de ayer fue una propuesta innovadora que ha puesto el listón muy alto para los futuros eventos que se desarrollen en este vetusto castillo muskiztarra erigido en 1339 por la dinastía Lope de Salazar sobre las bases de la antigua torre de San Martín de la familia Muñatones. "Un matrimonio de conveniencia del que surgió una de las familias medievales preponderantes del bando oñacino enfrentado al de los gamboinos por las propiedades de tierras y aprovechamientos", explicaban Don Histórico y Doña Memoria.
Una trayectoria vital de los moradores del castillo donde naciera el autor de las Bienandanzas e fortunas que ayer los vecinos de Muskiz hicieron visible a través de diversos escenarios bajo la peculiar guía de Don Histórico y Doña Memoria, sendos personajes imaginarios pero dotados de un gran bagaje informativo sobre el lugar y sus personajes. Una compendio que compartieron con los asistentes –más de 300 personas de muy diversas procedencias– que se vieron constantemente sorprendidos por el montaje pergeñado por Hortzmuga. "Ha habido momentos en los que a mí se me han puesto los pelos de punta", señalaba Loli Barriga, que acudió a Muskiz desde Ortuella junto a su hermana Ane y a Tasio Antúnez. "Ha sido muy impactante el paso de las escenas de la carga del mineral, las sirgueras y el acarreo de los cestos con el hierro y las aguadoras al accidente en la mina y el posterior entierro con una procesión en la que el pueblo protestaba de manera airada contra el explotador de la mina", señalaba Loli, mientras su hermana Ane hacía hincapié en que la representación "ha sido muy amena e interesante. No se ha hecho largo para nada a pesar de que haya durado casi dos horas", señalaba esta mujer que reconocía que era la primera vez que acudía la castillo.
También era la primera vez para dos familias llegadas de Barakaldo que se acercaron a Muskiz con varios niños pequeños, "que se lo han pasado muy bien aunque con los petardos al principio se han asustado un poco pero luego se han divertido viendo los bailes y las canciones", señalaban estas familias para quienes uno de los valores destacados de la propuesta es que "ha sido amena y nos ha permitido conocer algunos detalles interesantes del castillo y su historia".
San Martín y La Ermita
No en vano esta propuesta de teatro popular hizo un ejercicio de inmersión histórica intentando trasladar a los asistentes a dos espacios que formaron parte del castillo pero que hoy día no existen: El puerto de San Martín y la ermita de esa advocación. El primero, visible a través un enorme lienzo gracias a la reconstrucción efectuada por Javier Gandarillas en la que se observa que el Castillo de Muñatones tenía su propio puerto venaquero a través de las marismas que morían en el Barbadun –posteriormente desecadas– por el que transitaba el hierro encartado con destino a las ferrerías del Cantábrico y de Urdax en Nafarroa. Un control, que se ejercía igualmente sobre las mercancías que transitaban por el camino real que unía Portugalete con Castro Urdiales. Por otro lado la ermita de San Martín en la que fue enterrado el Lope García de Salazar, primer cronista de Bizkaia, tras su asesinato con veneno a manos de su propia familia.
Glorias y miserias que ayer tuvieron su contrapunto en el sentido compromiso del que hicieron gala los y las muskiztarras que ayer llenaron de vida este rincón de la historia de su pueblo y de Bizkaia. Allí, entre cuentos y chanzas, resonaron los cantos graves de los componentes del coro de txikiteros de Muskiz y las suaves melodías del txistu y tamboril de Guillermo Higuera, director de Jarraitzen Dugu Txistu taldea, que dieron el ritmo a los bailes de romería ejecutados por el grupo Intzarri dantza taldea. Aún hubo tiempo para que la batukada feminista Zai Zoi Bele pusiera la tensión musical entre los asistentes antes de que se recreara el asalto al castillo tras la muerte de Lope. Historia pasada como las escaleras que los jóvenes usaban para acceder al castillo o los lugares oscuros donde se dieron muchos besos. Pero esa es otra historia. l