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Caza y pesca en el fútbol

Esta semana les ha tocado a varios seguidores de la Real ser presa en Roma de los ultras de la Lazio. Las imágenes dificultan diferenciarlos porque el aspecto de todos es calcado, pero parece acreditado que los ‘Irreducibili’ romanos salieron de caza y no tanto que hubiera una quedada para zurrarse.

Como fanático del fútbol que es el arriba firmante, entiendo el celo en desligar del mismo la politización que alimenta el fenómeno ultra. Pero no puedo compartirlo. No conozco quedadas sistemáticas para zurrarse o zurrar a la hinchada rival por parte de grupos ultra de baloncesto, balonmano o rugby, que son deportes de contacto más intenso incluso que el balompié. No, esto es otra cosa.

Ningún deporte como el fútbol canaliza una ideologización que es previa pero a la vez se alimenta de él. Como herramienta de cohesión, la socialización de jóvenes que aporta el fútbol, el alineamiento irracional –en el sentido de pasional– y su utilización política no tienen parangón. El fútbol alimenta el sentimiento colectivo de pertenencia y ha sido mecanismo de exaltación nacional e ideológica. Los extremos se ratifican en la convivencia en torno a un partido, compartiendo una grada, sintiéndose mancillados por la injusticia de un resultado o exaltados por su éxito. Es un coto de pesca en el que los alevines de la radicalidad nadan en un entorno de falsa libertad, alimentados hasta convertirse en los tiburones que se hacen dueños del estanque: si un club está penetrado por ultras de extrema derecha, estos no dejan espacio en la grada a su equivalente de extrema izquierda y viceversa. ¿Cómo evitamos que los que hoy vemos como el alma de nuestra afición acaben siendo depredadores? ¿Es posible despolitizar el fútbol? Ya estamos tardando.

26/01/2025