Con la intención de conmemorar el Día Mundial de los Humedales que se celebra mañana, 2 de febrero, nos adentramos de lleno en una jornada dedicada a la reflexión y la sensibilización sobre la importancia de estos ecosistemas en nuestro planeta. Aunque a menudo son desconocidos para muchos, los humedales son vitales para el equilibrio ecológico, por lo que nos embarcamos en un recorrido por algunos de los más secretos de Euskal Herria.
Cada uno de ellos es un pequeño paraíso, un refugio de biodiversidad que merece ser preservado.
Ecosistemas de vida
Un humedal es un terreno saturado de agua, ya sea de forma permanente o temporal. Esta característica es la que los convierte en un ecosistema único y fundamental para la supervivencia de una gran variedad de especies animales y vegetales. Los humedales son verdaderos filtros naturales que purifican el agua, regulan el clima, previenen inundaciones y ofrecen hábitats para numerosas especies de aves, insectos, peces y plantas, además de que contribuyen al almacenamiento de carbono, lo que ayuda a mitigar el cambio climático.

Niños y niñas en el humedal de Bolue.
Lagunas rodeadas de juncos y cañas
Nuestra primera parada nos lleva a la Estanca de los Dos Reinos, situada al sureste de Navarra. Pese a ser un lugar que no es muy extenso, es un refugio natural que alberga una rica fauna y flora. Este humedal de aguas dulces es conocido por su impresionante paisaje y por la gran diversidad de aves que lo habitan. Al llegar, su laguna rodeada de juncos y cañas nos recibe en compañía del canto de las aves migratorias que se detienen aquí durante sus travesías.
Es en invierno cuando podemos observar especies como el pato colorado o el zarapito trinador, mientras que en verano son las aves insectívoras y las libélulas quienes dominan el escenario.
Al caminar lentamente por sus alrededores, descubrimos que es el entorno perfecto para detenerse a observar y respirar profundamente. En este enclave, la paz que nos envuelve es contagiosa y nos recuerda la importancia de proteger estos lugares que constituyen un completo tesoro natural.

Una garceta común se alimenta en la Estanca de los Dos Reinos.
El humedal urbano de Euskadi
Dejamos Navarra atrás y nos dirigimos a Bizkaia, donde se encuentra el humedal de Bolue, cercano a Getxo. Este humedal urbano es un excelente ejemplo de cómo la naturaleza puede coexistir con el desarrollo humano, siempre que se le profese el respeto necesario.
Bolue es un pequeño refugio que ofrece una gran biodiversidad, a pesar de estar rodeado de áreas urbanizadas. Aquí, la vegetación y las aves se integran a la perfección en sus diversos espacios, creando un ambiente ideal para una escapada natural sin tener que alejarnos demasiado de la civilización.

Vistas del humedal de Bolue.
Recorriendo sus entrañas nos encontramos con una amplia variedad de aves acuáticas y palustres, como el aguilucho lagunero y diversas especies de garzas. Y es que a medida que caminamos por sus pasarelas de madera, nos sentimos parte de este ecosistema singular en el que la vida fluye al ritmo del agua que recorre los canales.
Este humedal no solo es el claro ejemplo de que estos ecosistemas son fundamentales para la fauna, sino también para los seres humanos, ya que nos ofrecen un espacio espectacular en el que poder reconectar con la naturaleza.

Un ave del humedal de Bolue.
Vegetación acuática repleta de nenúfares
Damos unos pasos hacia Gipuzkoa, donde nos espera el humedal de Irita. Considerado un enclave de gran interés ecológico, se encuentra situado cerca de la costa y es conocido por ser un punto de parada en la ruta migratoria de las aves, especialmente las que viajan entre el norte de Europa y África. Si algo nos sorprende de Irita es su impresionante biodiversidad y sus aguas tranquilas, que reflejan el cielo y las montañas circundantes.
Pasear por sus senderos no solo nos permite disfrutar de la belleza de la vegetación acuática, como los nenúfares y las plantas flotantes, sino que a cada paso que damos descubrimos las huellas de los animales que habitan el lugar. Entre ellos, divisamos patos, cigüeñas, y con suerte, algún furtivo y esquivo martinete.
Este ecosistema es un claro refugio para las aves migratorias, que encuentran aquí alimento, descanso y seguridad, y que nos recuerda la importancia de conservar estos espacios para garantizar la supervivencia de las especies que dependen de ellos.
Llanuras inundadas y bosques de ribera
Como última parada de nuestro recorrido, llegamos al humedal de Betoño, un pequeño oasis ubicado a las afueras de la capital de Álava. Poco conocido, pero de gran valor ecológico, este humedal ofrece un paisaje diferente al de los anteriores, pues presenta un terreno más abierto en el que sus llanuras inundadas se alternan con los bosques de ribera.

El humedal de Betoño, algo seco.
Se trata también de un importante punto de encuentro para las aves acuáticas, sobre todo durante la migración. Caminando por los senderos de Betoño sentimos el sonido de la naturaleza en su máxima expresión, como el canto de las aves, el susurro del viento entre los árboles y el crujir de las plantas bajo nuestros pies.
Entre los residentes más destacados de este hábitat visualizamos aves como la focha común, el somormujo lavanco y el pato cuchara, que nadan tranquilos e imperturbables por sus aguas. Y es que lo más emocionante de Betoño es claramente su tranquilidad, ya que su ambiente sosegado nos invita a quedarnos un poco más de lo planeado con la intención de observar con detenimiento la vida que se despliega ante nuestros ojos.

Vistas del humedal de Betoño.