A mediados de mayo de 2017, la Real Sociedad disputó su último partido en el viejo Anoeta. Empató a dos contra el Málaga y no tardaron en entrar en liza las grúas y las excavadoras. 28 meses después, en septiembre de 2019, la reforma del estadio conocía su punto culminante, con motivo del recordado encuentro contra el Atlético de Madrid. Durante aquellos dos años largos de proceso, se hundió el terreno de juego, las tribunas laterales se adecuaron a esta circunstancia, se derribaron ambos fondos y se construyeron en su lugar sendas gradas, pegadas al terreno de juego (a la línea de fondo). Asentada ya en su nueva casa, la escuadra txuri-urdin visita hoy al Celta en Balaídos, recinto inmerso ahora en una metamorfosis de parecidas características. Sin embargo, el ritmo de los trabajos en Vigo, muy lento, contrasta con la celeridad de la mencionada obra donostiarra.
Una década
Todo hay que decirlo: problemas jurídicos y de licitación hicieron en su día que la pandemia paralizara las obras en Balaídos. Pero, incluso teniendo en cuenta tal circunstancia, el proceso se está demorando muchísimo respecto a lo previsto inicialmente. Los trabajos arrancaron en enero de 2015, cuando se escenificó de forma protocolaria la colocación de la primera piedra. Sin embargo, las primeras grúas no comenzaron a operar hasta un año después, en febrero de 2016. Y la reforma no alcanzó cierta velocidad de crucero hasta aquel mismo verano. Se habló entonces de un período de dos años y medio hasta que todo estuviese terminado. Cumplido ese plazo, ni siquiera podía darse por terminada la primera tribuna a la que se metió mano. Y faltaban aún las otras tres. En la actualidad la conclusión de las obras se prevé para 2025. En total, prácticamente una década de metamorfosis.
El proceso
Ya están preparadas y concluidas las dos tribunas laterales, cuya estructura se ha mantenido, adecentado y adecuado. Y restan por edificarse los dos nuevos fondos. Tal y como podrá apreciarse por televisión en el partido de hoy, uno ya está levantándose, tras la gigantesca lona que lo protege. El de enfrente, mientras, aún debe ser demolido para su posterior construcción. En Vigo ya se han mentalizado para festejar el centenario del Celta, en 2023, con el estadio aún patas arriba. Aunque, desde el punto de vista txuri-urdin, el consejo que sale desde Gipuzkoa recomienda paciencia: cuando el campo esté terminado, habrá merecido la pena esperar a un recinto con capacidad para 32.000 espectadores y de aspecto bastante similar al del nuevo Anoeta.
50 millones
El coste de reformas como la que se acomete ahora en Balaídos no suele establecerse de modo definitivo hasta el final de las obras. De momento, el presupuesto de los trabajos en Balaídos ya ha experimentado la clásica subida. Comenzó tasado en 30 millones de euros, enseguida creció hasta los 43 kilos y el propio Celta ha salido a la palestra para subrayar que se sitúa en 50,5. En la entidad celeste sostienen que han aportado ocho, correspondiendo la financiación de la cantidad restante a la Diputación de Pontevedra y al Concello de Vigo (al 50% entre ambas instituciones). Y es que el alcalde Abel Caballero (PSOE) ha manifestado públicamente y en diversas ocasiones que la Xunta de Galicia no proporciona ni un solo euro para sufragar el coste de todo el proceso.
Mirando al mundial
Balaídos es un estadio antiguo. Resultó inaugurado en 1928. Pero, al convertirse en una de las sedes del Mundial 1982, vivió un primer proceso de reforma que ha mantenido el recinto hábil hasta la actualidad. Ahora, mientras, confían en Vigo en que el campo albergue en 2030 partidos de un nuevo campeonato del mundo. El mencionado aforo de 32.000 espectadores no resultaría suficiente. Sin embargo, la ciudad es candidata en virtud de un proyecto que aumentaría dicha capacidad hasta los 41.900 aficionados, mediante la colocación provisional de butacas posteriormente retiradas. Opciones con infraestructuras capacitadas de antemano, como la de Anoeta, se antojan más sólidas.