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César San Juan: “Es difícil prevenir todos los asesinatos de menores a manos de sus progenitores”

“Es difícil prevenir todos los asesinatos de menores a manos de sus progenitores”

Donostia – Víctimas de agresiones a manos de sus progenitores, autores de robos y delitos sexuales... El profesor de la UPV César San Juan, galardonado con el Premio Justicia Juvenil Sin Fronteras, arroja luz sobre los sucesos protagonizados por menores.

Lleva quince años evaluando el sistema de Justicia Juvenil vasco. ¿Cuál es su punto fuerte y de qué adolece?

–Su punto fuerte es que sitúa la educación, la coordinación con otros servicios sociales y sanitarios y la prevención de la reincidencia como principios fundamentales. La evaluación del sistema es fundamental para identificar qué funciona y qué no. En este sentido, deben mejorarse bastante los mecanismos de recogida de datos.

¿Se respetan siempre los derechos de los menores, sean estos delincuentes o víctimas?

–Los menores se han convertido en delincuentes o víctimas porque se les ha privado de alguno o varios de sus derechos. Otra cosa es si el sistema de Justicia respeta sus derechos una vez se inicia un proceso judicial y, en este sentido, los profesionales que lo conforman son especialmente sensibles a las necesidades de los menores.

En casos como el de la mujer de Barakaldo que, al parecer, trató de matar a sus hijos envenenándolos, ¿están los menores desprotegidos?

–Los filicidios son muy inusuales, por lo que es extremadamente difícil prevenir todos los asesinatos de menores a manos de sus progenitores. Además, las víctimas son muy vulnerables, ya que quien tiene la responsabilidad de protegerlos va a convertirse en su verdugo. Es evidente que el sistema, en este caso, les ha fallado desde el momento en que los servicios sociales ya habían detectado una situación de riesgo. Es fundamental que exista una mejor coordinación con los servicios jurídicos, centros educativos y de salud para que ningún menor en riesgo quede fuera del radar de los servicios sociales y que existan mecanismos suficientemente ágiles para hacer algo al respecto cuando la situación así lo requiera.

¿A veces las actuaciones encaminadas a proteger a los menores, como las visitas de los servicios sociales o las retiradas de custodia, pueden desencadenar este tipo de sucesos?

–No creo que la relación causa-efecto sea así de evidente. Si se está planteando la retirada de la custodia es porque los progenitores carecen de las competencias adecuadas para asumir su cuidado por problemas de salud mental, consumo de tóxicos, hogares violentos... Son estas las situaciones que deben preocuparnos, no tomar las medidas para protegerlos.

¿Tienen los jóvenes y adolescentes que delinquen algún denominador común? Desde el punto de vista psicológico, ¿comparten algún rasgo?

–Debemos distinguir a los que delinquen ocasionalmente y a los multi-reincidentes. El origen de la delincuencia del primer grupo es social y muy condicionada por la presión de su grupo. Son la mayoría y, por lo general, dejan de delinquir pasada la adolescencia. El segundo grupo es minoritario y más problemático porque cometen la mayoría de los delitos. Tienen déficits cognitivos, problemas de conducta, consumo de tóxicos, escaso control parental y, en muchas ocasiones, hiperactividad.

Ha coordinado un proyecto sobre menores extranjeros infractores. ¿Cuál es su perfil en Bizkaia?

–La mayor parte de las infracciones cometidas son robos con fuerza o violencia. Tienen historias de vida muy similares con el denominador común de la desvinculación familiar, lo que complica el trabajo de los servicios sociales, la asociación con amigos de riesgo en condiciones similares y el consumo de tóxicos. Han recalado en Bizkaia, pero pueden tener detrás un periplo por diversas ciudades o países europeos. Es un problema complejo que requiere estrategias y políticas integrales y transfronterizas.

La sensación de que reinciden sin mayores consecuencias está extendida. ¿Es solo una percepción?

–Siempre va a haber personas que consideren alta cualquier tasa de reincidencia. En el País Vasco en el periodo 2003-2007 teníamos una tasa de reincidencia del 28%, que no ha hecho más que descender en los últimos 20 años hasta llegar a la actual tasa del 17,6%. Es decir, de cada 100 menores que delinquen, 82 no vuelven a hacerlo. Nos parece una tasa esperanzadora y un reflejo de la inversión que se realiza en políticas sociales. El objetivo es seguir reduciéndola, por lo que debemos seguir evaluando cuáles son las medidas más eficaces.

Cuando se producen delitos graves por parte de jóvenes con antecedentes, los policías miran a los jueces, estos a los legisladores, los ciudadanos a las entidades que los tutelan… ¿Todos somos responsables?

–Si entendemos por joven una persona menor de 18 años y comete un delito grave teniendo antecedentes, es evidente que el sistema no fue lo suficientemente eficaz para evitar su reincidencia. Habrá personas que reclamarán más severidad, pero la severidad es una medida que, aunque resulte catártica para parte de la población, no suele ser muy eficaz para favorecer la rehabilitación del delincuente. La sociedad debe elegir qué modelo de intervención quiere, castigar o rehabilitar, y actuar en consecuencia. Dicho esto, no olvidemos que en ese reparto de responsabilidades el menor que ha transgredido las normas también debe asumir la suya y responder por lo que ha hecho. La responsabilidad universal compartida es un enfoque adecuado siempre y cuando no perdamos de vista que el menor tiene que reconocer el daño causado y asumir las consecuencias.

Las agresiones sexuales cometidas por jóvenes, a veces menores de edad, causan mucha alarma, máxime si se producen en grupo. ¿Han aumentado este tipo de delitos?

–Causan mucha alarma. Es un delito que genera muchísimo dolor en las víctimas y un solo caso es inaceptable. Pero lo cierto es que no ha aumentado este tipo de delitos en el País Vasco. En 2022 hubo cuatro casos de agresión sexual perpetrada por menores. Es cierto, no obstante, que este delito tiene una cifra negra altísima, es decir, la mayor parte de ellos no se llegan a denunciar.

¿Hay un efecto dominó desde la agresión de ‘La Manada’?

–No lo creo. De los cuatro casos del año pasado, todos eran agresores en solitario. En el caso de las agresiones sexuales de adultos, tampoco creo que haya un efecto dominó. Había agresiones sexuales antes, durante y después del caso de La Manada. La cuestión que puede suscitar más interés psicosocial es por qué precisamente este caso se visibilizó en los medios.

Las revisiones a la baja de condenas por la ley del ‘solo sí es sí’, ¿pueden transmitir a estos jóvenes una peligrosa sensación de impunidad?

–No debería, ya que los delitos perpetrados por menores están sujetos a la Ley de Responsabilidad Penal del Menor, no a la Ley Orgánica de garantía integral de la libertad sexual que repercute en los agresores adultos. En cualquier caso, ninguna de estas dos leyes deja impunes a los individuos que cometen una agresión sexual.

También ha trabajado en la prevención de la violencia contra las mujeres. ¿Qué falla para que hayamos tenido un diciembre negro?

–Hemos tenido un mes terrible y con una incidencia de casos mucho más alta de lo esperado ya que el pico de los feminicidios suele ser en verano. Es imposible prevenir todos los casos de violencia contra las mujeres. Desde un punto de vista de la prevención primaria, se suele apelar a la educación. Pero Finlandia, por citar un país con las políticas de igualdad más avanzadas del mundo y un sistema educativo excepcional, tiene el triple de feminicidios que España. Es indudable que las políticas de igualdad y la educación son imprescindibles, pero el problema es mucho más complejo de lo que imaginamos. Por eso, centrándonos en la prevención terciaria, es absolutamente necesario que no se produzca un solo asesinato más en aquellas mujeres que ya han sido identificadas de alto riesgo y existen denuncias previas. Estos casos precisan todos los recursos necesarios para evitar un desenlace fatal.

¿La violencia machista se perpetúa entre las nuevas generaciones?

–Parece que sí y es tremendamente preocupante. Pero hablaría no solo de violencia machista, también de violencia simétrica. El control de la vida social entre los dos miembros de la pareja, el acoso recíproco o el control de qué hace el otro en redes sociales puede ser tóxico. Muchos de estos adolescentes, además, confunden este acoso con el interés o el amor y quedan atrapados en un bucle del que es muy difícil salir. Sin minimizarlo como causa, sería un error encuadrar todo este fenómeno como violencia machista, además de que nos dificultaría diseñar estrategias viables y más específicas para su prevención. l

11/01/2023