El 3 de agosto, el representante republicano de Michigan Peter Meijer perdió en las primarias ante su adversario dentro del Partido Republicano John Gibbs por 50.211 votos (48,1%) contra 54.065 (51,9%). Gibbs ha sido descrito como un “apostol” de Trump y un apologeta de las teorías conspiratorias sobre fraude electoral que llegó a afirmar que los resultados de las elecciones de 2020 mostraban anomalías que eran “simplemente matemáticamente imposibles”.
Gibbs describió al expresidente como “un modelo para todas las personas normales y decentes” y en su mitin de fin de campaña exclamó: “Comencemos a ser un poco más feroces, tengamos los dientes afilados cuando vayamos a votar”… y mientras él hacía como que rugía, Trump sonreía. Muy triste. Todos los analistas coinciden en que no ha sido el savoir faire político de Gibbs lo que le ha costado las elecciones a Meijer, sino haberse posicionado contra Trump.
La derrota electoral de Liz Chidney en Wyoming el 16 de agosto, ampliamente anticipada, representa un hito más en el torneo por el control del Partido Republicano. Ha perdido aparatosamente las primarias para la candidatura republicana a la Cámara de Representantes en Wyoming ante Harriet Hageman por un margen de más del 36%: 113.025 votos (66,3%) frente a 49.316 (28,9%). Es curioso observar las prestidigitaciones políticas de ambos candidatos.
Cheney pasó de ser una aliada de Trump a una de sus más decididas antagonistas. Hageman por contra, que en 2016 acusó a Trump de “racista y xenófobo” y trató de bloquear su acceso a la candidatura presidencial, pocos años más tarde no dudó en declarar que Trump era “el presidente de mi vida”. Los apoyos de Hageman y Cheney muestran cuáles son algunos de los paladines de este juego de tronos: Donald Trump y los senadores Rand Paul de Kentucky y Josh Hawley de Missouri por un lado y por otro, en favor de Cheney, el senador Mitt Romney de Utah, el representante Adam Kinzinger de Illinois y el expresidente George W. Bush.
Alejamiento republicano
Esta derrota electoral, dos meses después del descalabro de George P. Bush en su carrera a fiscal general en Texas, son dos de los signos más recientes del alejamiento del Partido Republicano del conservadurismo tradicional de Bush-Cheney en favor del populismo de Donald Trump bajo el lema “Make America Great Again” (MAGA).
“Ningún ciudadano de esta república es un espectador” dijo Cheney la noche de las elecciones en Mead Ranch, Jackson (Wyoming). Y agregó, “no podemos abandonar la verdad y seguir siendo una nación libre”. La candidata prometió continuar su lucha contra el expresidente y la campaña sobre fraude electoral y anunció la creación del Comité de Acción Política (PAC) de liderazgo. Cheney anunció que el PAC se llamaría “La Gran Tarea” (The Great Task) en un guiño histórico a la obra de Lincoln, quien hizo referencia a la “gran tarea” a la que se enfrentaba la república tras la batalla de Gettysburg. No obstante, ella misma admitía que el cambio dentro del partido era difícil y reconoció que el elefante rojo está “muy enfermo” y podría tardar “varios ciclos electorales” en curarse.
En un comunicado de gran calado político, Trump se limitó a celebrar la victoria de Hageman y a decir que las palabras de Cheney eran “rencorosas y mojigatas”.
Las elecciones a la Cámara de Representantes de los Estados Unidos se celebrarán el próximo 8 de noviembre. Se disputan los 435 escaños y se realizarán elecciones especiales para cubrir las vacantes producidas en el 117º Congreso. A día de hoy, es “simplemente matemáticamente imposible” que los candidatos anti-Trump ganen. Su camino ha sido podado. Y si bien no todos los candidatos pro-Trump han sabido abrirse camino en las primarias, la candidata Lisa Murkowski de Alaska es la única republicana que se postula para la reelección este año en el senado y que votó contra Trump en el juicio político de 2021.
New Hampshire, campo de batalla
Con menos de 100 días para las elecciones de noviembre, New Hampshire se ha convertido en el nuevo campo de batalla. Una encuesta de Saint Anselm College encontró que solo el 44% de los votantes de todos los partidos aprueban la labor de la actual senadora demócrata Maggie Hassan, lo que significa que el candidato republicano podría hacerse con la victoria. Pero encuestas recientes muestran que el principal candidato es Don Bolduc, que perdió las primarias del Senado en 2020 y que desde entonces se ha mostrado como un ávido defensor de las ideas sobre conspiración electoral de Trump. Bolduc ha pedido asimismo que el ejército de los Estados Unidos “entre” en Ucrania, y se ha referido al gobernador republicano del estado Chris Sununu como un “simpatizante del comunismo chino”.
A resultas de todo ello, Fergus Cullen, expresidente del Partido Republicano de New Hampshire, ha afirmado que “los demócratas deben de estar rezando” para que Bolduc se convierta en el candidato republicano. Además, Bolduc va a la zaga en la recaudación de fondos para financiar su campaña: “Sólo” tenía 65.000 dólares en efectivo a fines de junio, frente a los 975.000 dólares de Chuck Morse y los 349.000 dólares de Kevin Smith. Falta saber si Trump respaldará la lealtad o el dinero.
Además de las citadas, las elecciones en Arizona, Florida, Kansas, Missouri y el estado de Washington podrían favorecer a un mayor número de candidatos pro-Trump. Jon Reinish, un consultor demócrata, lo ha descrito de forma sucinta: “Lo que se aclarará aquí en las próximas semanas es si realmente los lunáticos se han apoderado del manicomio… ¿Vamos a ver a los ideólogos de las teorías sobre fraude electoral apoderándose de los mecanismos de votación?” Los candidatos republicanos divergen más por el tono de sus acusaciones que por las líneas ideológicas o de estrategia política: Es una carrera de sicofantes. “Todos están en favor de las armas, de la vida, de las fronteras, de los impuestos bajos, de las regulaciones bajas. El debate no gira en torno a lo que representamos, sino en torno a lo que somos”, declaró Stan Barnes, exsenador republicano de Arizona, para quien estas primarias son “un perfecto experimento de ciencia política sobre el futuro del Partido Republicano”.
Está meridianamente claro que los candidatos republicanos que lideraron el anti-trumpismo están siendo borrados del mapa político rojo. En líneas generales, más Trump significa menos posibilidades de victoria electoral, pero el elefante rojo parece precipitarse inexorablemente en esa dirección. Basta con que unos pocos de estos candidatos -que carecen del necesario apoyo popular- no ganen sus respectivas elecciones para que el Good Old Party (GOP) pierda el empate en el senado o empeore su actual balance en la cámara de representantes.
Esto no deja de ser muy peligroso porque hay mucho más en juego que el naufragio electoral del GOP. Y es que el problema no es que el elefante se estrelle sino el daño estructural que su galopar inútil está causando, y el trágico siniestro que va están generando sus tropezones y trompadas contra las instituciones, las leyes y las tradiciones del país.
Tanto la aritmética como la historia electoral de la república están en contra de una victoria demócrata en 2022, pero como refiere Reed Galen, cofundador del Proyecto Lincoln, esta lucha no es entre demócratas y republicanos, sino entre democracia y acracia.