El UAE, el equipo más poderoso del mundo, receptor de los grandes talentos, escuadrón de Pogacar y pináculo de la pirámide de los jóvenes que ambicionan alcanzar lo más alto, continúa con su círculo virtuoso. El pasado curso superó las 80 victorias, obtenidas con numerosas identidades distintas, si bien fue Pogacar el eje de semejante exhibición colectiva.
Su muchachada es capaz de ganar en cualquier escenario imaginable. El calendario les pertenece de enero a octubre. Todos los frentes son susceptibles de ser conquistados por algún ciclista del UAE.
En la presente campaña, la estructura saudí no se ha apartado ni un milímetro del libro de estilo que le catapultó al éxtasis en 2024. En el Tour Down Under coronó a Narváez, en Castellón eligió a Morgado y en el primer Trofeo de la Challenge, designó a Jan Christen como testaferro de la victoria.
“Estoy en una grandísima condición. He ahorrado energías y luego lo he intentado. Tenía muy buenas piernas”, dijo tras vencer. “Estoy muy contento con la victoria. He pasado un gran invierno entrenando en las Canarias”. El suizo unió con el puente del triunfo ambas islas.
Josean Fernández, Matxin, uno de los de los ideólogos del superequipo, abrazó al suizo tras su enorme actuación. Otra muesca más para el UAE, el equipo infinito, la escuadra de las mil y una victorias. Su poder económico es omnívoro.
Christen, de 20 años, es pura exuberancia, un ciclista intrépido, travieso y juguetón. No se acalambró como le sucedió el día que venció su compañero. El suizo electrocutó al resto y apagó la estrategia del Tudor, que apostó por gobernar la carrera para impulsar la candidatura de Hirschi.
Barrenetxea y Aranburu brillan
Devoró a sus rivales en dos bocados para alcanzar la meta en la serena e invernal Palmanova, ajena al entusiasmo y la algarabía del verano, como un general con mando en plaza. Amortizó el esfuerzo de Wandahl y Scaroni, a los que trituró. El suizo no quería armisticios.
Joven y hambriento partió tras los dos fugados, que se aliaron en la última ascensión en un clásica con oleaje (2.800 metros de desnivel), en la que desembarcó en la gloria. En ese ecosistema lo buscó Jon Barrenetxea, sexto y el mejor del esprint del grupo. Alex Aranburu fue octavo.
A Christen, que se anticipó porque le sobraba energía y estética en el rodar, le fue de fábula. Después de agarrar de la pechera a Wandahl y Scaroni zarandeó a ambos en un repecho antes de lanzarse como un poseso hacia su primera victoria del curso. Rebelde con causa y descaro.
Hirschi, que se movió después, quiso conectar con su compatriota, pero no le alcanzó, lastrado por Morgado, colega de Christen. El UAE ocupaba todo el espectro con sus ciclistas veinteañeros.
El portugués tiene 21 años. El ciclismo de los jóvenes, del nuevo orden mundial, es así de asombroso y eléctrico. Acelerado, pasional, veloz, urgente. Manda la inmediatez.
Concebidos como profesionales desde edades tempranas, su capacidad de impacto y su ascenso meteórico se va imponiendo en el status quo al modelo tradicional de paciencia y fuego lento. El suizo es uno de los representantes de esos talentos acelerados que sacan la lengua en las fotos. Christen burla al resto.