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Ciclismo | Entrevista a Alex Aranburu (Movistar Team): "Vengo de un invierno difícil, pero me gusta la Milán-San Remo y no voy a dejar de intentarlo"

Alex Aranburu, durante la pasada Tirreno-Adriático.

Buscar a Alex Aranburu (Ezkio, 1995) en el pelotón implica desde el presente 2022 un cambio de tonalidades. Del azul claro del Astana ha pasado a vestir el azul oscuro del Movistar, tras un movimiento que le liga a la escuadra telefónica para las próximas tres temporadas. Aún es joven, pero arrastra un bagaje importante: seis cursos enteros como ciclista profesional, cuatro triunfos y buenas plazas de honor, incluidos dos séptimos puestos en la exigente Milán-San Remo. A las puertas de una nueva Classicissima, el guipuzcoano repasa desde Italia su arranque de campaña y las sensaciones previas a la carrera de este sábado.

¿Qué tal el aterrizaje en el nuevo equipo?

–Estoy muy contento. Se respira un gran ambiente y siento que estoy como en casa. Todo resulta más cercano y más fácil. De momento, eso sí, tampoco es que haya coincidido con todos los compañeros. Aún he corrido pocas carreras y durante la concentración de enero nos dividieron según burbujas. Yo estaba en la de las clásicas con varios extranjeros, Erviti e Iván García Cortina. Se notaba el buen rollo y esto es algo que luego ayuda, porque no es cuestión de llegar de mala leche a la salida de una prueba.

En cualquier caso, me consta que deja ya atrás un invierno complicado. ¿Cómo se le fueron torciendo las cosas?

–El cambio de equipo implicaba también un cambio de material. Y yo siempre he sido sensible a este tipo de situaciones. Te lo miden todo, te lo estudian todo. Pero al final el cuerpo está habituado a otra bici y terminas notándolo. Ya te digo que yo siempre lo he sufrido cuando ha tocado variar. Al poco de arrancar me empezó a doler la rodilla y estuve una semana y media sin entrenar. Salía a la carretera a rodar, pero no podía seguir el plan de trabajo que me habían programado. Después, pasado ese tiempo, empecé ya a mejorar poco a poco.

Y entonces se contagió de coronavirus.

–Sí. Eso fue estando recuperado del todo. Andaba con muchas ganas. Había estado en esa concentración con el equipo, en Almería, y de vuelta a casa me encontré mal. Di positivo.

¿Le pegó mucho 'palo' físico?

–Estuve dos días con fiebre y algo de dolor de cabeza. A partir de ahí, ya me encontraba bien para hacer vida normal. Pero claro, yo tengo que entrenar, y me costó bastante volver a hacerlo en condiciones. Muscularmente no recuperaba. Igual salía un día a rodar una hora y las sensaciones al terminar eran las típicas de después de una sesión larga de seis horas. Acababa reventado.

Supongo que, en términos de forma, todo esto le implicó arrancar desde cero. Y ya a comienzos de febrero.

–Tanto como desde cero no sé. Pero sí que perdí mucho. Lo noté luego en mis primeras carreras, sobre todo en Omloop Het Nieuwsblad y en Kuurne, aunque de allí volví contento. Para todo lo que he pasado, ni tan mal, pensé.

Iniciar una temporada en las clásicas belgas resulta potente.

–En un principio iba a arrancar en dos días de la Challenge de Mallorca, pero con lo de la rodilla retrasamos el debut a la Volta a la Comunitat Valenciana. Luego cogí el covid y lo dejamos ya para Omloop y Kuurne.

¿Y?

–Pues lo que decías tu ahora. Son carreras muy exigentes que todo el mundo disputa a tope. Así que parecía complicado empezar allí la temporada. Fui con cierto respeto, pero luego me vi bien y en Omloop pude llegar a meta con el pelotón cabecero que perseguía a Van Aert.

Lo de esprintar ya...

–Lo de esprintar era más difícil (risas). En el equipo me pidieron que lo hiciera, pero a esas alturas de la carrera se me subía todo. Llegué muy muy justo, bastante tenía con estar ahí. Lo de haber vivido una pretemporada difícil lo noté principalmente a la hora de apretar en el final: me faltaba esa chispa (fue 13º).

Después de un primer fin de semana de competición en Bélgica, disputó la Tirreno-Adriático. ¿Cómo se encontró?

–Muy bien, principalmente porque mis sensaciones fueron claramente de menos a más, en una carrera que tuvo mucho ritmo. Con el paso de los días me sentí cada vez mejor. Y esto, sumando a la Milán-Turín de este pasado miércoles, en la que trabajé para Max Kanter, me ha permitido adquirir un buen punto de cara a estas próximas clásicas.

¿Me puede decir algo que no se sepa ya de Tadej Pogacar?

–No. Que no se sepa, no.

¿Y que se sepa?

–(Risas) Pues nada, que es muy bueno. Ya veis todos la facilidad que tiene, no ya para ganar sino para hacerlo como lo hace. De esta última Tirreno-Adriático le recuerdo una etapa que se llevó, con final en alto, en la que Enric Mas terminó séptimo y yo undécimo. Completé la subida final en el grupo de delante, sufriendo y haciendo la goma. Cada vez que miraba hacia delante, veía un ataque y veía también a Pogacar saltando a cerrar el hueco. Luego aún tuvo fuerzas para arrancar y marcharse en solitario.

El esloveno es este sábado uno de los favoritos en la Milán-San Remo. ¿Usted cómo afronta la prueba?

–Me gustaría estar como el año pasado y como el anterior (terminó séptimo en ambas ediciones). Pero la verdad es que no sé cómo andaré. Ya te digo que día a día me encuentro mejor. A ver si las sensaciones me acompañan y logro entrar en la pelea. Es cierto que, como hablábamos ahora, dejo atrás un invierno complicado, pero no voy a dejar de intentarlo por ello. La Milán-San Remo es una carrera que me gusta mucho.

Dicen que se trata del 'monumento' más fácil de terminar, por su perfil llano, pero que también es el más complicado de ganar.

–Para llegar delante al momento clave tienes que haber corrido muy bien todos los kilómetros previos. Necesitas pasar en los primeros puestos del pelotón tanto la Cipressa (se corona a 23 kilómetros de meta) como sobe todo el Poggio (a apenas seis). Es cierto que luego puede reagruparse la cosa, pero tampoco te creas... Yo el año pasado coroné el mismo Poggio con Sagan, a tres o cuatro segundos del primer grupo, y fuimos los únicos que terminaron entrando desde atrás. Como se te vayan un poco más, adiós.

Descríbame la tensión previa a esa subida al Poggio en los kilómetros finales.

–Te la puedes imaginar. La carretera de la ascensión es estrecha y todos los equipos queremos cogerla bien situados. En esa pugna pasa de todo: caídas, enganchones... Como tengas que pegar un frenazo y pierdas posiciones, ya no entras delante al cruce del puerto y te quedas sin opciones: todo el trabajo de los 290 kilómetros previos ya ha sido en balde.

¿Se anticipará Pogacar para atacar en la Cipressa?

–Yo creo que esperará al Poggio. Pero tal y como está... No lo sé. No sé qué decirte.

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Uno de los grandes encantos de la 'Classicissima' reside en que el esloveno comparte nómina de favoritos con corredores de características muy diferentes.

–Esto pasa porque, después de 300 kilómetros, lo que marca la diferencia son las piernas que tengas, y no tanto el perfil de unos y de otros. Parece claro que para ganar en San Remo debes tener cierta velocidad, pero lo realmente importante son las fuerzas con las que llegues abajo del Poggio, y no tanto si eres esprinter o escalador.

¿Cambian mucho las sensaciones del cuerpo en el día más largo sobre la bici en toda la temporada?

–Cambia que, cuando empiezas ya a ir jodido y a notarte vacío, todavía faltan cien kilómetros para llegar a la meta, cerca de dos horas. En este sentido, la Milán-San Remo se hace distinta a las demás carreras. Pero lo es para todos por igual.

18/03/2022