Cuando Remco Evenepoel entró en la escena ciclista mundial y empezó a hacer de las suyas, no tardaron en referirse a él como al "nuevo Eddy Merckx", por aquello de que ambos son belgas. Quizás la comparación con el antiguo campeonísimo resulte más procedente para Tadej Pogacar (UAE), otro caníbal de armas tomar. Si Merckx, según cuentan, no perdonaba ni las metas volantes, el esloveno ha irrumpido en el primerísimo nivel para no dejar ni las migajas. Carrera que corre, carrera que intenta llevarse. Normalmente lo consigue, como este sábado en Siena, cuya Piazza del Campo conquistó tras una impresionante cabalgada en solitario de 50 kilómetros. De las que ya no se ven.
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— Strade Bianche (@StradeBianche) March 5, 2022
Ocurre, sin embargo, que Pogacar es tan ambicioso como valiente. Se sabía el más fuerte de la Strade Bianche. Y esta es una circunstancia que, normalmente, invita al conservadurismo. Una arrancada en el último kilómetro, la infernal Via Santa Caterina (rampas de hasta el 16%), podría haberle bastado para levantar los brazos, incluso con Julian Alaphilippe (Quick-Step) en la pelea. Pero el doble ganador del Tour lo fió todo al largo aliento. Atacó sobre la gravilla. Se marchó. Y se vio enseguida en cabeza, sin compañía alguna, sobre pestosas carreteras de asfalto y con un solo minuto de renta sobre un pelotón de 30 unidades del que tiraban Quick-Step, Movistar y Trek. Sobre el papel, debían cogerle. Solo sobre el papel.
La victoria del nuevo caníbal estuvo repleta de épica. Por su exhibición en solitario. Y también porque la consiguió tras verse involucrado en una feísima caída que condicionó gran parte de la carrera. A cien kilómetros de meta, en un tramo descendente de sterrato y con el gran grupo a punto ya de neutralizar la fuga del día, una impresionante ráfaga de viento lateral envió al suelo a medio pelotón. Tuvo que retirarse Tiesj Benoot (Jumbo Visma), uno de los favoritos. Y el citado Alaphilippe quedó muy mermado tras dar una vuelta de campana en el aire e impactar sobre la gravilla con toda la espalda. ¿Vía libre para Pogacar? Se le aclaró mucho el panorama, sí. Pero él también besó el firme, con todo el costado izquierdo de su cuerpo. Consiguió recuperarse y, apenas una horita después, tras un tímido ataque del propio Alaphilippe, ya estaba poniendo la carrera patas arriba. Llevaba el codo y la rodilla ensangrentados.
El pupilo de Matxin nunca vio peligrar la victoria. El colchón de un minuto, con el que salió del tramo de sterrato en el que se marchó, llegó a convertirse en una renta máxima de 1:45. Detrás, un dolorido Alaphilippe ya se dedicaba a hacer labores de gregario para su compañero Kasper Asgreen, quien a 20 kilómetros de meta lanzó una ofensiva que redujo le ventaja de Pogacar hasta los 50 segundos. Parecía que había carrera, pero los esfuerzos se pagan, y si no que le pregunten a Alejandro Valverde (Movistar). El murciano ofreció siempre buenas sensaciones, pero apenas se movió. No lo hizo con el ataque del esloveno, al que solo intentó responder un notable y demasiado generoso Carlos Rodríguez (Ineos). Tampoco lo hizo con las arrancadas del propio Asgreen. Ni con una de Tim Wellens (Lotto Soudal). Siempre bien situado, y sin gastar nunca más de lo necesario, el veteranísimo ciclista español ahorró, avanzó de atrás hacia delante y logró una meritoria segunda plaza.
Algo similar firmó Pello Bilbao (Bahrain), sobresaliente una vez más. Con solo quince kilómetros de carrera por delante, no figuraba en el primer grupo perseguidor. Pero de este solo le superaron en meta el propio Valverde y Asgreen (tercero). El de Gernika, mientras, dejó atrás a Wellens, Narváez (Ineos) y Simmons (Trek) para agregar un puesto de honor, quinto, a su palmarés. Pudo ser mejor si el húngaro Attila Valter (Groupama) no le llega a soltar unos metritos de nada en el tortuoso final. Pero el sólido corredor vasco confirmó todo lo bueno a lo que viene apuntando en este arranque de curso.