Entre las múltiples virtudes de Donostia se halla su ubicación entre montes, laderas y promontorios. Desde cualquier cima, subiendo una cuesta o asomándose a una barandilla, el paseo puede acabar en un mirador de lujo.
disfrutar de la estampa de Donostia es un placer para los visitantes, sí, pero sobre todo para los donostiarras, que se enorgullecen de la belleza de su ciudad.
Las vistas desde el monte Igeldo, desde Ulia y desde Urgull son conocidas internacionalmente. Pero hay también otros puntos de vista, otras perspectivas para disfrutar de la ciudad desde los miradores de sus barrios.
Recientemente se inauguró el mirador de San Bartolomé, una atalaya sobre los tejados de la ciudad en la que el mar se siente más que se ve, ya que solo asoma en un esquina siguiendo la línea de la mirada por la calle Easo.
A este nuevo mirador, no apto para la gente con vértigo, se puede acceder desde Aldapeta llegando al Hotel Catalonia Donosti, cruzando parte de un barrio nuevo, una zona que todavía será objeto de nuevas intervenciones.
El mar, el monte, la ciudad... Todos los ingredientes se suman en la postal que se abre ante los ojos del paseante que llega al mirador de Ametzagaña.
Solo acudir a este parque boscoso, con numerosos recorridos, es una magnífica forma de pasar la mañana. Bien lo saben los vecinos de la zona, Egia, Intxaurrondo y Loiola, ya que también se puede llegar al parque por el camino que discurre tras los cuarteles. Es esta una zona a la que acostumbran a ir muchos donostiarras a disfrutar de un agradable paseo.
El premio gordo llega de la mano del mirador, que ofrece una amplia panorámica con la bahía de fondo y sus tres guardianes: Urgull, Santa Clara e Igeldo, Egia, Amara, el Centro, Riberas... Los barrios donostiarras se muestran, algunos de forma más tímida y otros de manera más descarada, ante quien se asome a esta balaustrada.
Si todavía quedan ganas de andar el paseante se puede acercar a Egia y allí, en el alto de Aldakonea, gozar de la panorámica, un tanto desconocida, a la que se tiene acceso desde la calle Xabier Aizarna.
Al asomarse directamente sobre el barrio de Gros, la mirada discurre por la calle Iztueta hasta el río, que se cruza para llegar hasta el Centro y apunta a la Parte Vieja.
Bajando Aldakonea y recorriendo Duque de Mandas se llega a Tabakalera. Subir al último piso de este emblemático edificio y acercarse al mirador que se esconde tras los cristales, es una invitación a montar en algún tren y continuar el viaje lejos, muy lejos.
Las vías ferroviarias discurren en paralelo al Urumea, y sus puentes adornan un río que brilla con distintos colores dependiendo de la luz y que al fondo desemboca en el Cantábrico, que desde Tabakalera se muestra cercano.
Estas son algunas de las atalayas que existen en la actualidad en la ciudad. Pero la orografía de la misma, con numerosas cuestas y promontorios, permite ir sumando nuevas perspectivas o mejorar las ya existentes.
Este es el caso del mirador del Paseo del Duque de Baena. En esta vía, que acaba en fondo de saco y que se sitúa en la zona de Miraconcha, se ubica un mirador que venía mostrando un aspecto deteriorado y que el Consistorio de Donostia ha comenzado a reparar.
En este balcón privilegiado sobre la playa de La Concha se va a proceder a afianzar el muro de mampostería para que la barandilla, una de las primeras que se colocó en toda la zona, quede mejor sujeta.
Y así finaliza un recorrido con cinco etapas para disfrutar de Donostia por todo lo alto.