Enero, el mes donde el calendario siempre pica hacia arriba, trae esta noche a San Mamés un compromiso delicado y atractivo. En el marco de los octavos de final de la Copa, el Athletic recibe al Espanyol y no es preciso incidir en la trascendencia del resultado. La cuarta ronda del torneo presenta novedades para los rojiblancos, que hasta ahora habían ejercido de visitantes ante adversarios de inferior categoría. Tras deshacerse de Alzira, Sestao River y Eldense con relativa holgura, era previsible que quedase emparejado a un equipo de su nivel, de modo que el resultado del sorteo se ha de valorar como bueno, tanto por el factor campo como por la entidad del rival. Al fin y al cabo, el bombo incluía un puñado de opciones menos amables.
Cierto que el conjunto catalán se halla inmerso en una racha positiva, culminada el fin de semana con la suma de tres puntos de oro en Getafe, pero no deja de ser uno de tantos que pelea desde el comienzo del curso por huir del descenso. También es verdad que de viaje obtiene mejores resultados que en su campo, algo que ya padeció el Athletic en carne propia allá por octubre. Aquel 0-1 supuso el primer revés serio del conjunto que dirige Ernesto Valverde y pese a que no respondiese al desarrollo del juego no deja de ser una advertencia.
La incómoda situación clasificatoria que viven los periquitos, plantea una incógnita en torno a lo que Diego Martínez está dispuesto a invertir en la Copa. Es decir, hasta qué punto el entrenador estimará conveniente la asunción de riesgos en una eliminatoria donde la teoría no le adjudica el papel de favorito. A nadie le satisface verse apeado, pero lo que da de comer es la liga. Trasladada la reflexión al Athletic, decir que sus circunstancias son diferentes. Aparte de que en semanas recientes haya perdido gas en la liga, hoy ejerce de anfitrión y se toma como un reto crucial avanzar en una competición que, más allá de su significación histórica, le ha visto acariciar el título en las tres ediciones anteriores.
Sentaría muy mal que dicha tendencia fuese interrumpida a estas alturas y ante la afición. Con esa presión extra saltará al césped un Athletic que presumiblemente registrará varias novedades en la alineación. Como es habitual, el técnico eludió adelantar sus intenciones, pero dio a entender que sí, que introduciría cambios. Se escudó en que el desgaste del sábado en Anoeta habría dejado secuelas, en forma de molestias, en algunos de sus hombres. A este factor se añadiría el de la frescura física que aportarían quienes no fueron titulares frente a la Real, así como la exigente cita con el Real Madrid fijada para el próximo domingo.
Variaciones
Dando por hecho que Julen Agirrezabala será el elegido para la portería, parece lógico que, lesionado Iñigo Martínez, Aitor Paredes ocupe una de las demarcaciones de central. La expulsión de Yeray, pendiente ahora de las alegaciones formuladas por el club, aconseja otorgar minutos a un futbolista que casi no ha competido. En la hoja de servicios de Paredes constan cinco ratitos nada más, para acumular una hora, bagaje muy escaso para que esté en condiciones de asumir con ciertas garantías una prueba tan compleja como es el clásico. Este déficit no lo compensará el encuentro de esta noche, pero retrasar su participación hasta el domingo se antoja improcedente.
Lo normal sería que Yeray y Paredes figurasen en el once y no resultaría extraño que en la zaga apareciese asimismo Lekue, quien tras perder semanas atrás su sitio en el equipo volvió a contar en la ronda con el Eldense, supliendo a De Marcos. Otros aspirantes a entrar son Zarraga, Muniain, Berenguer y Raúl García. Y menos probable se antoja el regreso de Herrera, dado que permanece ausente desde mediados de noviembre. No ha comparecido desde la conclusión de la Copa del Mundo, a pesar de que su nombre ha figurado en las tres últimas convocatorias. Para prescindir así del fichaje estrella de la directiva, muy mal le tiene que ver Valverde.