La declaración de Francisco José Garzón Amo, maquinista del Alvia que descarriló el 24 de julio de 2013 en Santiago con el saldo de 80 muertos, ha sido este jueves inesperadamente breve, pero en apenas una hora, tiempo que ha durado, se ha desmoronado, ha pedido perdón y ha dicho que no pudo evitarlo.
Con un hilo de voz
El conductor de aquel tren, que solamente ha contestado a preguntas de su abogado, Manuel Prieto, ha respondido a la cuestión de su letrado acerca de si aquella tragedia ferroviaria ha servido, de algún modo, de análisis y evaluación de riesgos, con un contundente: "¡Evidentemente! Para desgracia de las víctimas y mía también". Su voz estaba quebrada y sollozó.
No pudo ofrecer auxilio
También se ha venido abajo Garzón Amo al recordar que no pudo auxiliar a los pasajeros. "Lo primero era atender...", ha acertado a decir, como pudo. Pero atrapado en la cabina, sin posibilidad de romper siquiera la ventanilla, no logró actuar.
El Ministerio de Interior "lo quería en el calabozo"
Garzón Amo cree que el entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, quería anunciar su detención. El maquinista, rescatado por los servicios de emergencias, llegó al hospital con traumatismo torácico, fracturas costales y herida inciso contusa en la cabeza. Allí estuvo en un sillón porque no podía ni tumbarse. Recibió el alta el día 27 y fue llevado al calabozo. Al día siguiente, 28 de julio, Díaz compareció. "Es imposible que en dos días yo me haya recuperado como para ir al calabozo y salir del hospital".
Garzón no estaba en condiciones físicas de declarar
El acusado ha dicho que sus condiciones físicas y psíquicas no eran las adecuadas para declarar dos días después del accidente. "De ninguna forma", testificó. Pero añadió: "Traté de recuperar todo lo que pude para esclarecer los hechos".
La llamada del interventor al maquinista
Garzón Amo ha relatado que Martín Marugán, como jefe del tren, tenía obligación de ponerse en contacto con el puesto de mando y con el centro de gestión. Su llamada de servicio tenía que cogerla. "Es obligación y tenemos que atenderla". De lo contrario "puede resultar una sanción grave". "El teléfono es una herramienta de trabajo. Estoy obligado a cogerlo".
Niega conducción desatenta
El maquinista ha negado tener una conducción desatenta en momento alguno. "En ningún momento" dejó de prestar atención a la vía, han sido sus palabras. Sí ha admitido que esa llamada le dejó desubicado. "Creí que estaba en el túnel anterior", "perdí la consciencia situacional".
Sin señales de velocidad
"No había ninguna señal que me restringiera la velocidad. No había ninguna limitación, ni ninguna señal, ni ninguna baliza. No había nada de nada". Garzón Amo ha manifestado que no había señales que le indujesen a una reducción escalonada de la velocidad. Hasta que se topó con los 80 kilómetros por hora en la curva de A Grandeira cuando él circulaba a más del doble del límite permitido.
Imposible reducir la velocidad
"No me dio para frenar", para hacerlo bien. "Es prácticamente imposible pasar en ese punto de 200 a 80, en ese punto concreto". "Es absurdo" pensar que sí, han sido algunas de las expresiones que ha utilizado. Consultado por si en caso de existir señalización previa hubiese reducido, no ha dudado: "Evidentemente".
No tenía formación en la vía por la que circulaba
Garzón Amo recibió formación para la vía 2 de la línea Santiago-Ourense, no para la 1, donde se produjo el accidente. "Yo hice la formación por la vía 2. Las prácticas las hice por la vía 2".
Con medidas de seguridad el accidente se podría haber evitado
"No, imposible". Así de tajante ha sido Garzón Amo al tratar los medios técnicos y señales que se instalaron después. A la pregunta de si estos sistemas de protección son novedosos o ya existían, ha asegurado: "Siglos, diría yo. Siglos hacía ya que existían". Y ha opinado que en aquel entonces deberían estar en funcionamiento. Porque lo que a él le ocurrió podría haberle pasado a otro maquinista. "A cualquiera".