Como de la noche al día

Las txosnas, el Arenal o el Arriaga no se mueven de sitio pero estos espacios tienen diferencias considerables en Aste Nagusia en función de si sobrevivimos a ritmo gaupasero o somos más de marianito y plato de rabas. Aquí, la edad y si sale o se esconde el sol sí importan. Sobre la mesa, una oferta cultural y de ocio conformada por medio millar de actos. El programa de fiestas es el mismo para todos y todas, pero cada uno elige a qué puede o quiere llegar.

Algo que dice mucho de cómo las vivimos es el momento del día en el que ponemos los pies fuera de casa y cuándo los queremos volver a meter dentro. Durante la noche del pasado viernes 26 de agosto, cerca de las diez de la noche, nos encontramos con una cuadrilla de seis amigos que empezó la jornada fiestera cenando en la calle Somera.

Poco antes de los fuegos, se dirigían katxi en mano hacia las txosnas porque el grupo se dividía a las doce por el concierto de ‘En Tol Sarmiento’. Una de las jóvenes, pedía al resto quedarse mientras tanto por la zona frente a la iglesia de San Nicolás donde lo de avanzar ya se presentaba como misión con paciencia requerida y con obligatoriedad de alzar el vaso para no regar al vecino: “Me estoy moviendo sobre todo por las txosnas de Kranba y Mekauen ya que he tenido que hacer alguna txanda allí. Son espacios en los que estás muy bien, estás en un ambiente festivo en el que puedes estar tranquila y segura”, desvelaba Klo Burgos.

Muchas ganas, sí pero algo de cansancio, también. “He salido todos los días porque pude cogerme vacaciones justo esta semana. Con dormir cinco horas ya se puede tirar para adelante”, contaba Xavi Bosch, de 29 años.”Las txosnas se quedan hasta las siete de la mañana y por eso, te da pie para descansar y volver a retomar la fiesta”, admitía Miriam Andrade, otra de las jóvenes de la cuadrilla de 29 años.

Aunque en la variedad, anda el gusto, lo de saltar de txosna a txosna estaba complicado debido al gentío. “Para mí es lo mejor que tiene Aste Nagusia porque la txosna es una manera de que el pueblo organice las fiestas para el pueblo”, afirmaba Joseba Olagarai, asistente fiel a la Pinpilinpauxa. “Llevo muchos años viviendo y creo que las fiestas de Bilbo son las mejores de Eskal Herria”, sentenciaba.

Por el día

Apenas unas horas después, durante esta mañana, el olor a kalimotxo se había esfumado para dejar paso al del marmitako que preparaban algunos comparseros para el concurso gastronómico. En la plaza del Arriaga, ni rastro de personas sentadas con litros de alcohol y en su lugar, una exhibición de herri kirolak. En las txosnas, más pintxos y rabas, que vasos de cerveza.

Puede que no a juicio de todos , pero las distancias parecían mucho más cortas: sin esperas para ir de un lado a otro y sin codazos. En este ambiente, algo más tranquilo, también nos encontramos a otra cuadrilla de siete amigos. Eso sí, en las txosnas, pero sentados y cada uno con su pote. “Este año no hemos podido salir por la noche por el chiquitin, que tiene seis meses. Al año que viene ya nos animaremos algún día”, explicaba Eva Yañez con su peque en brazos.

“Antes salíamos más a la noche pero, uno va cumpliendo años y se da cuenta de que también hay alternativas por la mañana. Cuando tú eres más joven no lo sabes, pero ahora disfrutamos más de las fiestas de día”, añadía su compañero Aitor Carmona.

Los horarios también alteran las fiestas para aquellos que están detrás de la barra:”Hay mucha diferencia entre una txanda de día y otra de noche, Por la noche solemos estar una media de 20 personas trabajando a destajo”, reconocía Joseba Andoni Pérez, comparsero de Piztiak. Para la txupinera Iratxe Palacios, este año, también ha cambiado la cosa: “Me había tocado más vivir las fiestas de noche y las estoy disfrutando de día. Al año que viene voy a equilibrar. Voy empezarlas a vivir también de día porque lo merecen”, contaba.