Por Jon Arraibi, director y presentador de Café con Patas:
Un hombre en su finca de Almería, unos agentes de la autoridad en la puerta, un cachorro que vuelve a su casa.
Parece una historia con final feliz, ¿verdad?
Pero no… Que va. Es una historia fea, incomprensible, indignante.
Un rato antes, ese cachorro recién nacido estaba encerrado en un saco de pienso, cerrado con una cuerda, junto a sus 5 hermanos. Todo ellos murieron, menos este cachorro, menos este pequeño guerrero que se aferraba a la vida.
Una persona encontró el saco tirado en un descampado y avisó a las autoridades. Pronto se localizó al presunto responsable. En su finca había una perra con signos claros de haber parido recientemente.
Este sujeto, encerró a los cachorros recién nacidos en el saco y los abandonó, condenándoles a muerte segura. Frente a alguien capaz de hacer eso, no tengo mucho que decir. Los adjetivos que se me ocurren no tendrían cabida en un programa de radio.
Lo que es incomprensible, absurdo y doloroso, un despropósito, es lo que ocurrió después: que las autoridades decidiesen entregar a las mismas manos maltratadoras al único cachorro superviviente. ¿Cómo se puede confiar el bienestar, la vida de este cachorro a una persona que un rato antes ha intentado matarlo?
Yo no se si son protocolos, normas, leyes, procedimientos... No tengo ni idea. Pero el mensaje que se envía es peligroso y contrario a lograr una sociedad empática y respetuosa con los animales. Devolver el cachorro a su verdugo es absurdo y refuerza la impunidad de los maltratadores.
¿Qué será de ese cachorro? ¿Y que será del responsable? Habrá un juicio, quizás una condena mínima, algún tipo de multa, nada grave, ninguna consecuencia que disuada a este y otros tipos semejantes a seguir arrasando las vidas de los animales que tengan la mala suerte de caer en su manos.