La oleada de incendios forestales que está sufriendo nuestro país ha reavivado, aún más, la impotencia colectiva hacia un fenómeno que con altas temperaturas y una sequía considerable parece imparable. Los daños son incalculables con un enemigo que no tiene piedad y que lo destruye todo a su paso.
Pese a que el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico cifre en 78.759 hectáreas la superficie quemada este año hasta el 17 de julio, las cifras desde el espacio son mucho más desalentadoras: el Sistema Europeo de Información de Incendios Forestales de Copernicus -el programa de observación de la Tierra de la Unión Europea- eleva hasta las 221.939 las hectáreas de superficie quemada en el año 2022 en España hasta el 23 de julio.
Las causas de los incendios forestales son de lo más variopintas: venganzas personales, desequilibrio mental, conductas negligentes, imprudencias, prácticas agrícolas y ganaderas, obtención de rendimientos económicos... Sin embargo, no deja de resultar sorprendente que una persona prenda fuego a un monte deliberadamente y que de paso, encuentre placer en ello, como lo encuentran los pirómanos.
Estas personas sufren un trastorno de control de los impulsos que les lleva a provocar incendios, sin motivo aparente, por una atracción desmedida hacia el fuego; es una enfermedad mental que, en sentido estricto, se calcula que solo la padece entre el 3% y el 5% de quienes inician un fuego deliberadamente. Los pirómanos sienten una activación emocional al prender fuego y sienten fascinación por las llamas y por todo lo que las rodea; también por todos los equipos y medios de extinción diseñados para combatirlas.
El término proviene del griego 'piro' (fuego) y 'manía' (locura). Los pirómanos aman el fuego y cuando lo provocan solo buscan el placer que les proporciona contemplar las llamas. De hecho, desde la Sociedad Española de Psiquiatría (SEPSIQ) apuntan a que un pirómano no tendría como objetivo hacerle daño a nadie en concreto, y todos los perjuicios derivados de las llaman serían para ellos un daño colateral.
Además de la contemplación de las llamas y de un fenómeno incontrolable y sumamente destructivo, los pirómanos adoran los elementos que llegan al lugar de las llamas para proceder a su extinción: camiones de bomberos, helicópteros, retenes, personal de extinción, tractores, mangueras, medios de comunicación... De hecho, pueden llegar incluso a colaborar como voluntarios en las labores del personal antiincendios.
Perfil del pirómano
El perfil del pirómano es un varón joven, con una historia personal de frustraciones y desajustes emocionales, mal rendimiento escolar y profesional, y frecuentemente con otros trastornos psiquiátricos o defectos físicos. La conducta pirómana sirve como un alivio a situaciones de vacío existencial, aburrimiento, frustración, rabia o deseo de protagonismo y es frecuente el uso de alcohol u otros tóxicos que, con frecuencia, actúa como desencadenante del comportamiento alterado.
Expertos en psicología coinciden en que a este trastorno, que se va consolidando desde la infancia, se le une generalmente un cociente intelectual bajo y una personalidad aislada y poco sociable con dificultades para el aprendizaje. Algunos de ellos llegan a mostrarse indiferentes aunque el daño realizado haya significado la muerte de una persona y otros buscan relacionarse con el cuerpo de bomberos, al que no pueden acceder debido a sus problemas intelectuales. De ahí que en ocasiones "se hacen voluntarios".
A pesar de que la figura del pirómano existe y es un hecho en nuestra sociedad, es necesario distinguir entre el pirómano en sentido estricto, ese que está detrás de entre el 3% y el 5% de los incendios en nuestro país y entre quienes llevan a cabo un comportamiento incendiario por depresión, venganza, represalias, sentimientos reprimidos y vengativos, en el que primaría sobre todo el afán de destruir y el sentimiento de omnipotencia.
De esta manera, los motivos que pueden llevar a una persona con un comportamiento incendiario a quemar un bosque pueden ser en forma de represalias contra el propio ayuntamiento de la localidad por no haberle dado licencia para hacer leña ese año o contra un vecino con el que se tiene un pleito. Asimismo, puede ser a modo de venganza por no haber entrado en el retén forestal de la comarca o en el cuerpo de bomberos, por no aceptar las lindes en las eras y terrenos municipales o por cuestiones pasionales. A modo de ejemplo, un empresario portugués, culpable de iniciar en la ciudad de Coimbra (Portugal) uno de los peores incendios del país, admitió haber quemado su finca para que su ex mujer sintiese pena y volviera con él.
Ya sean pirómanos en sentido estricto o personas que llevan a cabo un comportamiento incendiario, no dejan de ser personas perturbadas por causas variadas, motivo por el cual la Fiscalía realiza desde 2007 entrevistas psicológicas a los detenidos sospechosos de provocar incendios.