Son muchas las personas, especialmente los más pequeños, las que se acercan a algún perro que ven por la calle para acariciarlo o hacerle alguna carantoña. En general se trata de perros acostumbrados a la gente y con su compañero humano cerca. Por ello, en muchos casos no suele haber problemas.
Pero no siempre es así. Porque los perros, como las personas tienen su carácter, su personalidad, y no siempre reciben con agrado o con confianza los saludos de los desconocidos. De hecho, algunos son particularmente nerviosos y rechazan con cierta agresividad o miedo cualquier acercamiento, por muy amistoso que nos parezca a los humanos. De hecho, en algunos lugares los dueños de este tipo de perros les colocan una cinta o un lazo amarillo en el collar o en el arnés para señalar que no les gustan acercamientos extraños no por sorpresa.
Debemos prestar especial atención a su comportamiento y a su expresión corporal, además de a la situación en la que se encuentra. Si ladra y nos gruñe, si nos enseña los dientes, si vemos que tiene las orejas levantadas y que las inclina hacia delante, si la cola la mantiene erguida, las patas rígidas y el pelaje erizado, mejor nos alejamos dejándolo tranquilo o avisamos a algún centro de acogida para que ellos se encarguen de rescatarlo.
Puede también que el animal esté atado, o encerrado en una jaula, en una caseta o dentro de un coche, simplemente dormido o comiendo, o incluso enfermo o que sea una hembra con cachorros. En estos casos es muy fácil que el perro no se fíe de nadie o que considere que has entrado en su terreno y quiera defenderlo o defenderse. Salvo que sea por una necesidad de rescate manifiesta, lo mejor es dejarlos en paz o recurrir a los expertos, que sean ellos quienes valoren la situación.
Por cierto, si sientes la necesidad de este acercamiento a perros ajenos, ¿no sería mejor adoptar uno y darle todo tu cariño?