Continuamos para bingo...

Las familias asumen con resignación y poca capacidad de maniobra el alza de los precios

Ya lo avisaba en 1992 el dominicano universal Juan Luis Guerra: "el costo de la vida sube otra vez, el peso que baja ya ni se ve. Y las habichuelas no se pueden comer. Una libra de arroz ni una cuarta de café. A nadie le importa qué piense usted". Por mucho merenguito que tuviera aquél temazo todos supimos que el rey de la bachata, siempre tan activista de las causas justas, aprovechó el ritmo pegadizo de la canción para colocar su habitual crítica social. 

Esto no es Santo Domingo pero los precios de la cesta de la compra como denunciaba el cantante no paran de subir. Los productores están de uñas porque les pagan tarifas insignificantes por una materia prima que va encareciéndose según pasa de mano en mano hasta llegar al lineal del supermercado.

Los consumidores comprobamos ojipláticos como muchos productos se encarecen sin solución de continuidad, con escasa maniobrabilidad por nuestra parte para hacer que se modere su precio final. Si las buscamos encontraremos todo tipo de justificaciones para ese alza: razones geopolíticas, argumentos de mercado, la sequía, todas ellas explicaciones técnicas que nos pueden encajar pero nunca convencer.

Existen gastos superfluos que podemos evitar, aceptamos a regañadientes la subida del café y el de ese pincho de tortilla que ha mermado de tamaño pero no de precio. Podemos hacer menos visitas al bar pero el ejercicio es muy doloroso cuando el control y el ahorro se tiene que aplicar también en los llamados productos esenciales: leche, pan, legumbres, carne o pescado. Y lamentablemente es ahí donde más nos están zumbando.

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26/02/2024