Ana se esconde bajo este nombre ficticio para contar su dura historia y su mala relación con la comida. Sufre de un trastorno en la conducta de la alimentación desde que era pequeña, aunque entonces no le puso nombre a su enfermedad. Comía de manera compulsiva, en ocasiones hasta sin hambre, y después sentía culpa por ello. Siendo adulta pidió ayuda y supo entonces que su problema no era aislado y que tampoco estaba sola. Por ello, hace 16 años decidió abrir el Comedor Compulsivo Anónimo de Vitoria para ayudar a todas las personas que se sienten solas en esta enfermedad y desde entonces ella también continúa su propia lucha contra sus monstruos internos.
Un comedor compulsivo ingiere grandes cantidades de comida en muy poco tiempo (son conocidos como atracones) y después siente una gran culpabilidad por ello. Estas personas suelen sufrir de obesidad, aunque no es una regla. Hay pacientes que estando en su peso también comen alimentos que no se permiten y este hecho les lleva a un gran sentimiento de culpabilidad. A diferencia de las personas que sufren bulimia, en los trastornos por atracones no se provocan vómitos después, pero los pacientes planean constantemente con ansiedad su próxima ingesta alimentaria siendo la comida su refugio emocional. Tampoco hacen ayunos demasiado largos tras las ingestas, siendo esta la otra diferencia con el trastorno de la anorexia, si bien las tres están muy relacionadas. No hay una causa definida que provoque esta enfermedad. Y son muchos los síntomas que se sufren: comer sin hambre, comer para esconder emociones como la ira, la tristeza o la angustia o no parar de comer hasta sentirse muy lleno y, sobre todo, la culpabilidad e insatisfacción emocional con el hecho en sí y con el propio físico. En todos los casos hay que pedir ayuda.
Ana comenzó a tener una mala relación con la comida cerca de los nueve años. Entonces, las gestiones de sus emociones pasaban casi siempre por la comida: se daba un premio como puede ser un dulce cuando había logrado un logro, pero también comía cuando tenía que gestionar una tristeza. Las calorías que ingería en ese momento, no solo eran más de las que necesitaba, sino que además le proporcionaban después un remordimiento difícil de gestionar. Siendo más adulta comenzó a pedir ayuda y a realizar distintas dietas convirtiéndose la comida en uno de sus mayores problemas, siempre con ello en la cabeza. Con los años, ha ido aprendiendo a convivir con esta enfermedad, a gobernarla en su día a día, y a trabajarla e intentar contenerla en sus crisis. Su experiencia le llevó hace 16 años a abrir el Comedor Compulsivo Anónimo de Vitoria para que los pacientes juntos puedan ayudarse entre ellos y, sobre todo, sentirse entendidos y saber qué hay herramientas que pueden lograr la contención de estos atracones y del propio trastorno en la alimentación.
Pedir ayuda
El tratamiento para este trastorno requiere de mucho tiempo y esfuerzo para que se logre la recuperación. Según explica Ana, es importante que en el entorno no se den recomendaciones tan simples como deja de comer ya que esto puede provocar precisamente el efecto contrario al crear una emoción negativa por sentirse rechazado. Por ello, es importante recurrir a profesionales e instituciones o asociaciones que estén especializados para ello. Los martes de 16.30 a 18.30 horas desde Comedores Compulsivos Anónimos hacen un grupo en el Centro Cívico Iparralde (calle Reyes católicos 15, edicio 2, sala 6) en el que pueden participar todas las personas que se sientan identificadas con este problema. Además, también se puede contactar con ellos en el teléfono 618.08.07.73 o en el email oavitoriagasteiz@gmail.com. “Quien esté pasando por una situación similar que no tenga vergüenza y que por favor nos llame. Hacemos diferentes terapias y utilizamos diferentes métodos para poder controlar este trastorno y, además de recibir ayuda y herramientas útiles, recibirá mucha paz, la misma que nos va a dar a nosotros”, concluye Ana.