Crítica de cine de ‘Ant-Man y la Avispa: Quantumanía’: rima y metaverso

Con cada nueva entrega se abre más y más la brecha que separa el público iniciado con el proyecto Marvel-Disney de quienes se han ido alejando de él o, simplemente, no lo soportaban. De momento, los primeros hacen buena caja y evidencian una fidelidad extrema. Basta con ver cómo, al final de cada nueva entrega, las salas que suelen quedar vacías en cuanto aparecen los créditos, permanecen con el 80% de quienes han entrado, expectantes ante lo que no es sino un guiño sobre lo que vendrá en las siguientes aventuras. Su persistencia da garantías de que el negocio nunca cesa. Pero esa misma fidelidad, esa perseverancia acrítica, da licencia a hacer más de lo mismo en la mayor parte de las veces con una presumible tendencia a la reiteración y la nada.

Desde que se empezó a aplicar el metaverso a sus guiones, salvo alguna feliz excepción –Spiderman–, todo ha ido a peor. Con el metaverso asesinaron al verosímil. Con él en fuera de juego, los guiones solo deben atender esas querencias de la audiencia, vengan del mundo del videojuego, de la televisión, el merchandising o la música. O sea, hay que estar al día.

Los productores de Ant-man y la Avispa: Quantumanía –hablar aquí del director con influjo de autoría parece impropio–, hace tiempo que renunciaron a ser fieles a quienes les dio la semilla de su fundamento: Jonathan Swift. Precedido por enanos, duendes y demás seres imaginarios de escasa estatura, debemos a Swift una de las ideas más seminales sobre el tamaño y la escala humana en el contexto de la naturaleza. Y hablar de Hawking, su historia del tiempo y esa cáscara de nuez que sería el universo, podría sonar hiperbanal, pero resulta incontestable que una reescritura a lo Reader’s Digest infantil empapa esta maquinaria Marvel que preludia el cataclismo final.

En eso estamos, con las trompetas del apocalipsis resonando en cada nueva entrega Marvel, con el miedo en los huesos y la esperanza en el metaverso y la multiplicidad. Lo cuántico como arca de la alianza empeñada en dividir al mundo entre los nuestros y quienes nos amenazan. En Quantumanía la familia que lucha unida permanece unida. Esa es la ley universal que mueve este principio maniqueo y belicista que proclama el progenitor, el hombre hormiga, cuando (nos) recuerda que él nunca peleará contra (el Capitán) América.