Es muy difícil defender Shin Ultraman, que ha podido verse en la Semana de Cine Fantástico y de Terror, sin aludir a las particularidades del cine japonés, a las especifidades de la escritura y el pensamiento de Hideaki Anno y, sobre todo, a la idiosincrasia propia de la serie original. En su afán por hacer algo nuevo y, a la vez, respetar el original, Anno, como fan absoluto de la saga que es, resume en su película cuatro momentos clave de la primera serie del superhéroe plateado en una narración que se vuelve errática para todo aquel que no conozca el material del que procede. Así, con un montaje excesivamente rápido, que ya pudimos ver en Shin Godzilla, el largometraje arranca con la presentación a modo de resumen del contexto general de la obra: la aparición de una serie de bestias gigantes –kaijus– ha obligado al Gobierno de Japón ha crear un cuerpo especial compuesto por funcionarios de distintos departamentos, el SSSP, para hacer frente a la amenaza estudiando con detenimiento a los monstruos. Es entonces cuando un gigante plateado, Ultraman, llega del espacio para salvar el día.
Al igual que en su película previa dedicada al lagarto mutado a causa de la energía atómica, el director Shinji Higuchi y el guionista Hideaki Anno identifican la llegada del superhéroe extraterrestre como un elemento secundario, centrando su atención en los problemas que tendría el Gobierno de su país, demasiado dependiente y débil en cuanto a lo que respecta a la política internacional, en gestionar un arma de destrucción masiva que tiene voluntad propia. Los cineastas lo hacen con un montaje extremadamente rápido, prácticamente con planos-inserto –el ritmo es tan rápido que, si se ve en versión original, es muy difícil seguir los subtítulos– y en la mayoría de las ocasiones cámara en mano. Además, Shin Ultraman destaca por sus contrapicados, casi omnipresentes durante todo el metraje, en un intento de que el espectador vea a los personajes como los personajes ven a Ultraman, desde abajo y con asombro.
En la voluntad de homenajear el material original, Higuchi y Anno han llegado hasta a planificar las coreografías de las batallas –por ejemplo, la de Ultraman con su doppelgänger– como puros calcos de la versión televisiva, que en el país del sol naciente pudo verse en los 60 y solo 30 años más tarde llegó hasta nuestras fronteras. Lo que ocurre es que la mirada del fan que ofrece Anno, centrada en actualizar determinados pasajes de la historia, lastra cualquier tipo de evolución en los cuatro personajes secundarios –miembros del SSSP–, algo aún más grave en el caso del protagonista Shinji Kaminaga –es la personalidad que Ultraman asume al llegar a la tierra y tras ver el sacrificio de este humano–, encarnado por Takumi Saito, dado que se pasa de puntillas sobre los debates existencialistas que puede tener una entidad cercana a la divinidad sobre qué es ser humano, algo siempre presente en la obra de Anno.
Precisamente, Evangelion, la obra magna del guionista y director japonés fundador del estudio Khara, es otra de las influencias invisibles pero presentes en una película que fuera de Japón será difícil que se entienda. Empezando por el protagonista, Shinji, -comparte nombre con el atribulado adolescente de Evangelion- hasta Zetton -un kaiju en la serie original ahora convertido en un arma tecno-órgánica, similar a los Evas que Anno despliega en la última parte de su tetralogía sobre el fin del mundo-, Shin Ultraman difícilmente puede entenderse sin conocer la serie que Anno desarrolló a mediados de los 90 y sin sus remakes/secuelas. Es decir, que la nueva película sobre el superhéroe llegado del planeta Ultra es demasiado exigente para ser comprendida y apreciada en Occidente.